JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD

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—Lo hiciste por tu seguridad.

—¿Por mi seguridad? ¡Por mi seguridad tendría que estar mi equipo conmigo! Y sin embargo, confié en ti, en tu credibilidad y mira lo que sucede, un pedazo de mierda pone drogas en todas las mesas, apaga las luces y...

—¡Trató de aprovecharse de Julie! —gritó Paula.

Era algo que la tenista no debía saber, aunque no pensé que le afectara, al final, yo no era Sophia. O eso pensé hasta que volteó a verme y sus ojos me escanearon. Lo siguiente que hizo fue decirle algo a su guardaespaldas, pero no con palabras. Le bastó una seña para que volviera a golpear a Aquiles, que ni siquiera se quejaba.

—¿Te das cuenta? Contrataste a un maldito mierda de instructor, ¿estás consciente de lo que hubiese pasado si Mateo y yo no estuviéramos armados?

—No lo sabía, el curriculum que me dieron de él era impresionante. Fue evaluado por nuestra institución. ¡Les dije que no vinieran a la fiesta! Mañana será devuelto y nunca más podrá dar clases. A primera hora se irá del retiro.

—¿Dónde está Chiara? —le pregunté a Paula.

Tenía ganas de vomitar, seguía ebria, y no podía creer que me había olvidado de ella.

—A buena hora recuerdas a tu otra mujer, te veo grave, ami —fue lo que dijo Paula antes de responder—: Belén me dijo que se quedó en la cabaña, el dolor de vientre aumentó.

Suspiré de alivio al saber que al menos estaba bien, lejos de todo el caos.

Lo siguiente que sucedió fue que nos dividimos entre las lanchas. En la nuestra iba nuestro grupo, más el de Ksenya. En la otra, iba Andrew y su grupo. En la tercera, iba Belén con Aquiles y los lancheros. O al menos era así hasta que Sophia lo impidió.

—Déjalo que se vaya solo y móntate con nosotras, no deberías quedarte a solas con él.

Automáticamente la tenista puso los ojos en blanco, obstinándose.

—Por eso siempre sales perjudicada, porque siempre ayudas a los que más te joden —le reprochó la rusa cuando se montó en nuestra lancha.

Y fue allí cuando vomité por primera vez. Sophia me recogió el cabello y Paula me dio agua, mientras yo seguía vomitando. El hecho de que la lancha se pusiera en movimiento fue peor. Vomité al menos cuatro veces y Belén no paraba de disculparse conmigo. Estaba en el medio de ambas, con un tobo que me había pasado el lanchero, y la vergüenza que tenía por toda la situación, era abismal.

—Nunca debí dejarte ir —fue lo que me dijo Sophia pegándome contra su cuerpo, y besándome cerca de la boca, sin importarle que acababa de vomitar.

Fue Belén la que nos interrumpió, asegurándonos que llamaría a su jefe para que le pidiera volver y lo reprendieran por sus acciones. Estaba arrepentida, nerviosa y su actitud la delataba. Estaba temblando como si hubiese sido ella y no yo. En una de esas ocasiones intentó abrazarme y Sophi me atrajo a su cuerpo, y me abrazó antes. «Eres una celosa» le dije en el oído. «Solo te estoy abrazando para que no te moleste el oleaje», mintió apartándome de Belén y sonreí cuando me cogió de la mano, tal vez me sentía satisfecha, como cuando una niña es complacida después de una pataleta, bueno, así.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now