CAPÍTULO 31

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BRUNO

La visita a la casa de Graciana había sido una pérdida de tiempo. Nada de lo que nos había comentado resultaba relevante para el caso.

La relación del matrimonio era mala, eso ya lo sabía. El casamiento de apuro por el embarazo, me lo había contado Salomé. El esfuerzo y trabajo de Contreras para mantener su fortuna, hacienda y ganado, tampoco lo desconocía.

En vez de aclarar el panorama hacía un homicidio, cada vez más me convencía que el comisario Reinoso podía estar en lo correcto al dictaminar: suicidio.

Evaristo llevaba años viviendo con una mujer a la cual no amaba, que puede haberle hecho la vida amarga e infeliz, a tal punto que quisiera ponerle un fin drástico.

La duda sobre la paternidad de Julián puede haber sido un conflicto latente en la familia, que no ayudara demasiado en el matrimonio, pero tampoco determinaba una causa justa para asesinarlo.

En fin. Estaba igual que al comienzo o peor. 

La segunda persona en el puente seguía siendo el único argumento que tenía. ¿Quién había estado con Evaristo? ¿Qué le había dicho? ¿Lo habría empujado o simplemente tuvieron una discusión que impulsó a Contreras a saltar?

Cierro la puerta del auto y veo a Trinidad renegando nuevamente con el cinturón de seguridad.

Sonrío y en ese mismo instante me olvido del caso, de lo infructuoso que ha resultado la entrevista, de las mil preguntas que aún siguen sin respuesta y me concentro en mi nueva meta: Trinidad.

Allí está. Esta chica simple y sencilla, tan amable y dispuesta, que sin ser su responsabilidad me ha ayudado desde que llegué a Alpa y acompañado ahora en este largo viaje.

Su mirada se desvía ante el sonido de mi risa.

—Se ha trabado otra vez—dice de manera inocente.

Le hago una seña para que me permita maniobrar y asiente sin decir palabra.

Cruzo mi cuerpo para aflojar la correa negra.

Me detengo muy cerca de ella, nuestros rostros están a pocos centímetros, nuestras miradas y respiraciones se entremezclan, y noto ese rubor que la caracteriza cada vez que me tiene cerca. Mi presencia la incomoda, algo que debo seguir trabajando.

Retrocedo de inmediato y aclarando mi garganta antes de decir: —Listo, ya está.

—Gracias, soy medio torpe con esto de los cinturones de seguridad— explica mientras se acomoda en el asiento.

— No hay problema.

Enciendo el motor y al ver la hora en la pantalla veo que estamos pasando el medio día.

—¿Me dejaría invitarte a almorzar? —suelto sin pensarlo y espero que acepte.

La veo dudar y vuelvo a insistir.

—No llegaremos a Alpa antes de las tres y media... sería mejor si comemos algo, ¿Qué opinas?

Lo piensa unos pocos segundos.

—La verdad... tengo hambre—dice riendo.

—Yo igual. Busquemos algún lugar donde almorzar.

Unas pocas cuadras más adelante, detengo el auto en el primer restaurante que encuentro.

No sentamos en una pequeña mesa de madera cerca de una ventana que tiene una bonita vista hacia el lago Tajamar.

Una mesera nos acerca unas hojas plastificadas donde tienen los menús disponibles.

Un lugar olvidado (COMPLETA)Where stories live. Discover now