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Thais

La luz de la madrugada proyecta suaves sombras en el suelo. La quietud pesa en el aire, y cada movimiento suena demasiado fuerte mientras me levanto despacio del colchón. Son las cuatro y cinco, lo más temprano que me había despertado en un fin de semana, ni siquiera he pegado un ojo, pero necesito irme antes de que Aang se despierte y comience a interrogarme sobre por qué tarde tanto en volver.

Mis pies rozan la alfombra.

—¿Adónde vas? —el rugido somnoliento de la voz de Aang me toca la espalda.

Me quedo helada, los dedos de los pies se enroscan en la felpa de triple capa mientras mi corazón se pone al galope.

Mierda, esto no sería tan fácil, ¿no?

Mantén la calma, Thais. Mantén la calma.

Aunque su voz sigue despertando un sinfín de recuerdos sexuales.

¿Creías que podrías olvidarme, Thais? Eres mía, cada célula de tu cuerpo lo sabe.

Cada centímetro sigue siendo tuyo, así que abre las piernas, pequeña y déjame entrar.

Extrañe mirarte la cara mientra te estoy follando.

Toco mis muslos y descubro la marca de sus dedos.

Con el descubrimiento de esta marca, los recuerdos que se sucedieron vienen con más fuerza. Aang apretando mis caderas mientras lo montaba. Aang dándome azotes en el culo mientras me tomaba por detrás. Aang atormentándome chupando el interior de mis muslos antes de finalmente poner la boca donde yo quería y hacerme gritar su nombre. Aang prodigándole a mis pechos la atención de su boca mientras me follaba con los dedos hasta el orgasmo.

Santa. Mierda.

Puedo escuchar su voz.

¿Te sigue gusta esto? ¿Verme destrozar tu sexo mientras te deshaces sobre mi pene?

Pequeña, cabálgame como una amazona.

Amo tus gemidos, son música para mis oídos. Así que, no te calles.

El calor me recorre las mejillas, pero intento mantener una expresión neutral cuando me giro.

Aang esta sentado contra el cabecero de la cama, con las sábanas de seda arrugadas alrededor de la cintura. Una suave extensión de piel olivácea se extiende sobre los desnudos y esculpidos planos de sus hombros y se estrecha hasta la delgada cintura. Su corte en V se perfila bajo las sábanas como una invitación a continuar lo que habíamos comenzada anoche.

Levanto la mirada para encontrar sus ojos esperando los míos. Una sonrisa de complicidad se dibuja en sus labios mientras se inclina hacia atrás, rezumando arrogancia casual y pura satisfacción masculina.

Menudo engreído.

Sin embargo, eso no impide que las mariposas se me golpeen en el estómago y brinquen como loca.

—Tengo que irme —digo sin aliento—. Necesito pasar al gimnasio antes de ir a trabajar.

—Es sábado.

—Las crisis no funcionan con el horario de la semana laboral —peino mi pelo con la mano. Llevo una de las viejas camisetas de Aang, y cae la mitad del muslo.

Sus ojos bajan y se oscurecen.

El calor se extiende desde mi cara hasta algún lugar al sur de mi estómago.

—Quizá no, pero no es por eso por lo que te escapas de mi cama a las cuatro de la mañana, pequeña —parte del sueño se evapora de su voz, dejando atrás el raso y el humo—. Además, sabes que tengo un gimnasio, por lo que hacer ejercicio tampoco es tu motivo.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora