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Thais

Me despierto cuando mi estómago pide comida.

Mi estómago vuelve a gruñir, recordándome que no he comido desde que cené con Aang. Respirando profundamente, abro la puerta y salgo al pasillo vacío. El suelo de madera está frío bajo mis pies descalzos mientras me dirijo a la sala de estar, cada paso cuidadoso como un disparo en el silencio del departamento.

Cuando llego al final del pasillo, me quedo allí como un gato callejero, asegurándome que no hay nadie antes de salir por las sobras. La única iluminación del lugar procede de unas tiras de luz en la cocina y del resplandor perpetuo de la ciudad de abajo.

Quizá Elliot haya regresado.

Aunque seguramente tiene cosas mejores que hacer que cuidarme cuando hay muchos haciendo lo mismo. Miro la puerta principal, el negro brillante tan poco llamativo. Sé que estará cerrada, pero no puedo evitarlo.

Pruebo con el ascensor pero no tengo acceso. Está cerrada y sin ninguna cerradura obvia, solo hay botones y lo que parece un escáner para una tarjeta llave. Bien, parece que se ha ido y estoy sola.

Esto es una oportunidad.

Mi estómago se aprieta de nuevo. Primero la comida. Luego, buscar trabajo para escapar de mi mente, pero primero debe hacer que Elliot me dé el acceso para poder salir.

Veo que el contenido de la nevera es mucho pero no tengo ni idea de cómo preparar nada. En realidad, los cereales son el límite de mis habilidades. Primero papá se encargaba de todo, después llegó Emaline, mi niñera, en la casa de los padres de David no hacía nada porque tenían quien les cocinara y al mudarme con Verónica ella se ocupaba de la comida y yo de la limpieza. Aang y Anton me maleducaron con sus deliciosos platos. Luego que escapé de la casa de Aang, comía sándwich, sopa china o Anjoly me invitaba a comer.

Dios, vaya que soy vaga.

Decido intentar hacer un sándwich de queso a la parrilla porque, ¿qué tan difícil puede ser? De seguro que una niña de quince puede hacer uno.

Meto mi sándwich de queso en el horno bajo el
quemador, luego descorcho una botella de vino que está en la nevera y la vierto en una taza porque no puedo alcanzar las copas.

Cuando entro en el salón, las luces parpadean en el suelo. Un sofá esquinero esta colocado frente a un fuego que parpadea detrás de un cristal, y una araña de cristal refleja pequeños puntos de luz a través de la oscuridad como si fuera purpurina. Todo el apartamento es precioso, da la sensación de no haber sido habitado. Me acerco a las enormes ventanas y aprieto la palma de la mano contra el frío cristal, contemplando la ciudad que se extiende más allá de mí como un espejismo que no puedo tocar. Desde aquí, París es un mar de estrellas bailando en un océano negro.

Siempre me ha gustado la inmensidad de este país, la forma en que se extiende hasta el horizonte sin fin. Aquí casi puedo fingir que no existe un alma en el mundo excepto yo. Me hipnotiza su naturaleza caótica.

El agudo chillido de la alarma de incendios interrumpe mis pensamientos.

Mierda.

Me apresuro en ir a la cocina para ver el humo que sale de la junta de la puerta del horno, y me entra el pánico. Hay un incendio, estoy encerrada en este maldito lugar y no tengo ni idea de qué hacer. Me debato en arrojar agua a la puerta cuando el chillido se corta. La repentina presencia de Elliot me sobresalta en el ensordecedor silencio. Pasa junto a mí y apaga el horno, antes de abrir una puerta corredera que da a un balcón. Sí, claro. Probablemente debí haber apagado el horno, al menos.

Abyss [Libro #3]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें