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Verónica

Las ná­use­as em­pe­ora­ron por­que la cul­pa em­pe­zó a qu­eb­ran­tar­me. No puedo­ cre­er que yo hieciera es­to.

Thais no se lo me­re­cía. Pero creí haberlo hecho por su bien.

Él me dijo que era por su bien y le creí.

Había comenzado a vomitar ca­da ma­ña­na y el mi­edo me es­ta ma­tan­do. Te­ngo que ele­gir ent­re mi mejor amiga y el hombre que amo, y la elec­ci­ón pa­re­ce ob­via. Pe­ro eso no me ha­ce sen­tir me­j­or con mi de­ci­si­ón. Solo me ha­ce sen­tir pe­or.

Y ahora temo haber cometido un error.

La preocupación de Aang por Thais realmente me pone nerviosa.

Realmente lo vi asustado e incluso parece quererla.

Había salido corriendo del baño en busca de Theodore, pero al único que encontré fue a Vale, quién me avisó que debía llevarme a casa por orden de su jefe.

No dije nada y simplemente dejé que lo hiciera.

Apenas llego a casa de Theodore voy rápidamente a la cocina donde me avisan que está.

La encuentro relajado mientras toma una copa de vino.

—¿Por qué me hiciste llevarla ahí si no apareciste? —suelto.

Su copa se detiene por un segundo mientras asimila mi pregunta. Había estado viviendo con él durante un buen tiempo, y es como si nunca pudiera conocerlo porque él no me deja.

Da otro sorbo y se queda en silencio el mayor tiempo posible.

—No te importa.

—Te das cuenta que mi amiga esta desaparecida por algo que me pediste hacer.

Su mirada baja hacia su copa, mientras toma otro trago.

—Es demasiado íntimo esa información.

—¿Más íntimo que tener sexo? —pregunto con incredulidad.

—El sexo no es íntimo, puedes sentir deseo por cualquier, ¿de acuerdo? —se vuelve severo, tratándome como me trataba cuando me excedo. Alza su voz al igual que su ira, y eso hace que el aire en la habitación se sienta pesado.

A pesar de los tiernos momentos que habíamos compartido, todavía tiene la guardia levantada. Él siempre me mantiene a distancia, incluso cuando nos miramos a los ojos y nos movemos juntos. Él nunca me daría todo de sí mismo, no como lo había hecho yo.

Pasan unos minutos de tenso silencio, y me sirvo una copa e ignoramos la incomodidad que ambos sentimos.

—Quería preguntarte algo.

—Bien —él había estado mirando su teléfono, así que lo pone sobre la mesa.

—Al menos jurame que no le hiciste nada. Que no tienes nada que ver en su desaparición.

—¿Te crees tus propias mentiras?

¿Cómo podría ser tan dulce en las primeras noches y luego convertirse en el imbécil que tengo enfrente?

Es como si él fuera dos personas diferentes.

—¿Te hace feliz ser así?, ¿crees que puedes tratarme como una mierda?

—Error, abejita —me corrige. —No lo creo, te trato como una mierda porque tú te crees una, porque si no jamás me hubieras dejado tratar así. Así que, querida, la culpa no la tiene el hijo de puta que te hace llorar, la culpa la tienes tú, que lloras, te lamentas y repites ¡nunca más!, y lo vuelves a besar y abrir las piernas a la primera oportunidad que te dice que lo abras —una sonrisa retorcida cruza sus labios. —Solo te trato como tú dejas que te trate.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora