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Thais

—¿Thais?

—Hola, David.

—Son las tres de la mañana, ¿estás bien? —Suena tan preocupado que de inmediato me siento culpable. No debería haber marcado su número a estás horas de la madrugada.

—Lo siento...

—¿Por qué me has llamado?

Obligo a mi cerebro a trabajar. —¿Eh?

—La llamada telefónica, Thais.

—Eh... nada.

—La gente no llama por teléfono para nada.

Me devano los sesos para encontrar algo porque realmente no quiero decirle que estuve a punto de hiperventilar debido a una pesadilla visceral que tuve con Aang. Sé que Elliot tuvo que ir a Haití supuestamente por orden de Aang, pero siento que me ocultan algo, Theodore no se sorprendió cuando dije que estaba fuera del país y siento que si Elliot tuvo que irse sin despedirse tiene que estar ocurriendo algo grave, o simplemente decidió alejarse también de mí como lo hizo Aang y esa última no me agrada para nada.

—Thais... —Es una sola palabra, pero el tono es claro.

—Iba a preguntar si podríamos almorzar juntos mañana —digo.

—Has estado llorando —dice con seguridad. —¿Te encuentras bien?

—Sí, es solo que no dejo de pensar en Aang.

—Oh, Thais.

—No es lo que crees. En realidad, no puedo parar de darle vueltas a la idea del amor. ¿Crees que algún día volveré a enamorarme de otra persona como lo hago de él? Porque si existe eso de las almas gemelas, alguien con quien encajes a la perfección como dos piezas de un puzle hechas a medida, entonces..., entonces nunca más... podré, no podré volver a sentir. O, es que Aang no era mi alma gemela, sino lo que quise creer. No lo sé.

—Te enamorarás, Thais. Pero será diferente. No mejor ni peor, tan solo eso, diferente a lo demás. Y puede ocurrir el día menos pensado. Siempre está bien extrañar lo sabes, ¿no?

Noto las lágrimas deslizarse.

—Sí —susurro. —No sé que es lo que provoca que todas las personas que quiero se alejen de mí —sollozo.

—No tienes la culpa de eso, enana. Existen personas que solamente llegan a nuestra vida para darnos alguna enseñanza, no para compartir su vida con nosotros.

—Te quiero mucho, David.

—Yo también te quiero a ti, enana.

—Buenas noches.

—Descansa, Thais.

Me levanto cuando cuelgo.

Cojo la camiseta de Aang y me la llevo a la nariz. Ya no sé si huele a él o mi subconsciente quiere creerlo.

El parqué cruje bajo mis pies descalzos cuando voy al salón. Saco el teléfono por fin tragando mi orgullo decido escribirle a Aang y espero a que me devuelva el mensaje.

Y espero.

Y espero.

Pasan horas, y mi mente empieza a llenarse de pensamientos oscuros. Sigue sin escribirme.

Yo: ¿Qué ha pasado con Lou?

Tengo el estómago lleno de nervios mientras espero el sonido de mi teléfono que no llega.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora