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Thais

Estoy tirada ahí llorando de rabia, y cuanto más tiempo pienso en lo que había pasado, más pánico siento. Me golpeo la cabeza con la almohada porque es lo único que puedo mover. Este imbécil al salir, ni siquiera me cubrió con un edredón, así que me quedo con mis bragas y esposada, como una esclava sexual esperando a su amo.

—Ahí lo tienes, Sirenatta —dice Theodore cuando regresa y me mira la entrepierna. Saca el edredón debajo de mí y me cubre.

—Un médico vendrá en un minuto para ponerte una intravenosa. Necesitas ponerte un poco más fuerte.

—Aang te matara. Te cortará el pene.

—No seas vulgar —me advierte arrancándome un mechón de pelo de la cara. —Futura madre, no podría decirle eso a nuestro hijo —me amenaza con un dedo. —No habrá peor golpe para él que tengas un hijo mío... —sonríe. —Tengo que cuidar tu cuerpo para que sea fuerte y esté listo para mi bebé.

Estoy tirada ahí mirando al techo y siento que entra en pánico. Si alguna vez me había sentido esclavizada y encarcelada, no es nada comparado con lo que estoy experimentando en ese momento.

Cuando pienso en que Theodore me haga un niño, y que nunca estaría con Aang, y que nunca volvería a lo que dejé, las lágrimas vuelven a romperme las mejillas.

Rujo.

Theodore, me mira fijamente.

—¿Por qué estás llorando, Sirenatta?

Jesús, ¿habla en serio? Pienso, mirándolo fijamente sin pensar.

—Estás deseando mi pene, ¿verdad?

Pega su boca a la mía para besarme y yo le correspondo el beso, intenta entrar su lengua en mi boca, pero yo no se lo permito. Ruge y como si no temiera algo me suelta para volver a besarme mientras me coloca a horcajadas sobre él, supongo que está muy satisfecho ya que piensa que si intento luchar no podré con su gran fuerza física, o tal vez es de los que les gustan las luchas. Continúo el beso y luego le muerdo hasta que sangra.

—Eres una puta de mierda —ronronea. Tan pronto como las palabras se han hundido, su mano me golpea en la garganta, casi me saca de mis pies mientras me arroja al suelo.

Gimoteo, parpadeando mis ojos abiertos mientras se ajustan a la tenue luz que atraviesa la ventana. Una lámpara ha caído al suelo a mi lado y la alcanzo, desenganchando la bombilla cuando él se acerca a mí otra vez. Me pongo en pie justo a tiempo para clavar la bombilla en su cara. La bombilla se rompe, incrustando fragmentos dentados en su piel. Grita algo en italiano mientras la sangre le cae por la mejilla. Le clavo el riñón y me golpea tan fuerte en la cara que casi caigo de nuevo.

Jesús. Bendito.

Escupo un bocado de sangre antes de ir a por él otra vez. Por cada golpe que doy, él me da uno el doble de fuerte. No he peleado así desde que estaba entrenando, porque es una pelea a muerte y los dos lo sabemos. Al lanzarme sobre la cama, él se posa sobre mí, con sus manos agarrando mi garganta. No se molesta con una suave relajación. No, se agarra lo suficientemente fuerte como para romperme el cuello, no importa que me ahogue. Lo golpeo en el costado de la sien, pero no hace nada. Al juntar mi mente, me obligo a pensar y a no entrar en pánico.
Abrazar la muerte.

Mi mano derecha está presionada entre nuestros cuerpos, si tan solo pudiera... me las arreglo para mover mi muñeca lo suficiente como para soltar el vidrio de mi puño, y luego lo golpeo en la entrepierna con ella dos veces. Él ruge y salta hacia atrás lejos de mí. Arrastro el precioso aire a mis pulmones, tosiendo mientras me doy la vuelta sobre mi frente. Me agarra por la nuca y me lanza al otro lado de la habitación antes de arrastrarme a los pies y de clavarme contra la pared con su antebrazo en mi garganta ya magullada.

Abyss [Libro #3]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum