Final. Raizel | Dioses crueles.

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FINAL:
DIOSES CRUELES.

Cuando desperté Cavale ya no estaba, su lado de la cama se encontraba frío y tampoco vi su ropa desperdigada por el suelo.

Nada más que su chaqueta de cuero a los pies de la cama.

Me recompuse, apoyé ambas manos en el colchón para darme soporte, evité caer ante la sensación de angustia que se me asentaba en el pecho.

El frío me mordió la planta de los pies cuando salí de la cama, en ese momento la voz metálica sonó a través de los parlantes, viejos y roídos, contaminada por la estática debido a su antigüedad.

No me sorprendió tampoco no encontrarlo en el baño, tomé una ducha rápida de agua fría ─siendo que ya no tenía más dinero como para costear un baño caliente.

Al salir, busqué mi teléfono para enviarle un mensaje, pero me encontré con un audio del teléfono de Rival.

Tomé asiento en el borde del colchón, con una pequeña sensación de alivio.

«Estaré de vuelta en un momento, amor, quédate tranquila. Todo está bien».

Su voz en el audio sonaba extrañamente ronca, y el mensaje era demasiado críptico, pero tomé su advertencia y lo dejé pasar.

Pudiste avisarme, no me gustó nada que te hayas ido así.
Raizel, 7:32.

Lo envié sin importarme en cómo se lo tomaría.

Desde ayer estaba actuando extraño, con evasivas y dilaciones, luego desapareciendo sin más, tuve suficiente de esa historia con Cas y ya no era una niña enamoradiza dispuesta a repetirla.

Puse el teléfono con sonido en caso de que intentara llamar.

Una vez estuve lista y dejé la habitación en orden, me dirigí derecho a la mansión Asier.

Pensé en ir hacia ella, dudé un momento, luego observé la chaqueta de Cavale en el asiento del copiloto y decidí usarlo como excusa para pasar a verlo en la casona de Lessar.

Al llegar, lo primero que noté fueron las luces rojas y azules de las patrullas estacionadas en la calle del candidato a primer ministro, a medida que me acercaba fui ralentizando el paso, pero no tardé en ser detenida por un oficial que me avisó que la calle estaba cortada y tenía prohibido el acercamiento.

──¿Qué ocurrió?

──Asunto policial, señorita, por favor, siga su marcha.

Obedecí de mala gana, con una opresión aplacando el aire en mi pecho. Me detuve a una cuadra, de repente demasiado desorientada como para seguir.

Intenté, en vano, llamar a Cavale.

Su teléfono estaba apagado.

Encendí el motor y me dirigí directo hacia la mansión Asier.

Me recibió con la tranquilidad de un gigante dormido, pero la desgracia envolvía el aire como podredumbre.

Estacioné una cuadra antes, en caso de que necesitara una vía rápida de escape.

Respiré hondo antes de entrar por la parte de servicio.

Trono de Cuervos Where stories live. Discover now