17. Esen | Donde mueren las quimeras.

7.5K 574 74
                                    

17.
DONDE MUEREN

LAS QUIMERAS.

Cuando llegué a Senylia en el Tren Forte, como una policía novata, llena de ideas sobre garantizar paz y seguridad, la ciudad no me había parecido nada más que un sueño.

Incluso en su noche eterna, su falta de estrellas y exceso retumbante de luces, no había podido estar más que maravillada por la oportunidad que significaba ser parte de ese mundo utópico.

Pero el encantamiento había durado un suspiro, y pronto había entendido que el estilo onírico de la ciudad, poco podía hacer por esconder la verdad de su hipocresía y los horrores que ocultaba.

Abrí los ojos, parpadeando hasta divisar los contornos que me rodeaban, la neblina todavía danzaba como una bailarina tímida en la noche tras el cristal, pero una voz robótica avisó que un nuevo día había comenzado.

La habitación permaneció a oscuras, estuve tentada en volver a dormir, pero Constantino se removió, las sábanas sisearon cuando se reincorporó, pasando una mano para despeinar su cabello.

Sabía que la mayoría de ellos aguantaba con pequeñas siestas aquí y allá, para ellos dormir no era una necesidad tanto como un placer.

Me escondí mejor entre las sábanas.

──¿Cómo estás? ──preguntó, su voz ronca por el sueño──. ¿Tu tobillo?

Me senté para flexionar mis pies, buscando, pero el dolor se había ido, levanté la mirada para encontrar a Constantino apoyado sobre sus codos, luego sus ojos encontraron los míos, barriendo mi cuerpo entre las sábanas, a pesar de que creía que su camisa estaba cubriendo lo suficiente.

──Ya no duele ──respondí, luego cedí ante su escrutinio──. ¿Qué?

──Nada ──dijo, pero la sonrisa adormilada se afiló en su rostro, sus ojos lilas llamearon en la oscuridad.

Antes de que pudiera hacer cualquier reclamo, se puso de pie para dirigirse al baño.

──Bajaremos a desayunar, estate lista.

᯽• ────── ೫ ────── •᯽

El nubarrón de la noche anterior amenazaba con lanzar sus garras sobre mis pensamientos, volver para apresarme, por lo que debía mantenerme en todo momento hablando, en conversación, para callar mi mente.

Constantino estaba preparando una especie de panqueques con frutillas y dulce de leche cuando me acerqué a él, su cabello todavía olía al shampoo del baño, y el olor me hizo recordar a la forma en la que su boca limpiaba el rastro de agua sobre mi piel.

Él debió evocar un recuerdo parecido, porque soltó lo que hacía para mirarme con ojos oscuros.

──Lo que pasó anoche... ──comenzó, humedeciendo sus labios──. Pudimos ser más prudentes.

Cambié mi peso a la otra pierna, porque creí que habíamos superado esa etapa.

──Bien, lo seremos, desde ahora, claro.

Él asintió, pero recorrió mi cuerpo desde las piernas hasta encontrarse con mis ojos, no pude leer mucho a través de su mirada inescrutable y arrogante, siempre en calma.

Trono de Cuervos On viuen les histories. Descobreix ara