55. Constantino | Jardines de Babilonia.

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55.
JARDINES DE

BABILONIA.

Ese día elegí conducir yo, Esen tendría una sesión de fotografía para una revista y quería estar presente para supervisar todas las preguntas que le hicieran.

Ella no me dedicó ni una sola mirada en todo el camino en auto, igual que lo había hecho por celos al malinterpretar mi encuentro con Alina, con la diferencia que aquella vez estaba enojada.

Preferiría eso, elegía ver el odio palpable en su rostro antes que notar cómo me rehuían sus ojos culpables.

La observé morderse los labios a través del espejo retrovisor, y la sola idea de que alguien más la hubiera tocado me dejó al borde de la locura.

Aun más al tener sospechas de quién lo había hecho.

Al llegar, se acercó una joven humana vestida de blanco, ofreció su muñeca o una copa de sangre mientras esperaba que Esen fuera a cambiarse.

Tuve que declinar las dos por una taza de café.

Aproveché el momento para ponerme al tanto con las noticias del día, nada demasiado interesante que remarcar.

Cuando terminaron, uno a uno los asistentes y maquillistas fueron abandonando la habitación, dejándonos a Esen y a mí a solas.

──Constantino.

Alcé la vista ante el llamado de la voz de Esen, lucía un largo vestido negro de terciopelo, con escote imperial y metros de tela cayendo a sus pies que la hacían lucir como si fuera la representación de una reina.

Mi reina.

O mi viuda negra.

Odiaba la imagen que me traía a la cabeza, la rabia me envolvía solo al pensar que otro podría haberla tocado, que alguien más había visto la forma en que mordía sus labios para silenciar sus gemidos cuando llegaba al orgasmo.

Me aflojé el nudo de la corbata.

──¿Te gusta el vestido? ──preguntó.

──Está bien si Gala te lo aprobó, ella sabe lo que hace.

Esen no respondió, sino que colocó un mechón de pelo detrás de su oreja, echando una mirada rápida a la puerta de la habitación. Buscaba una salida.

──¿Estarás conmigo en la sesión?

Me puse de pie, ella alzó el rostro hacia mí y quise sujetar su cuello, morder sus labios y beberla mientras me enterraba en ella.
Solo una advertencia de a quién le pertenecía.

Me fregué la cara con una mano.

──Constantino.

──¿Mmm? Sí, claro, vine para ver que todo esté en orden.

Esen se vio aliviada de repente, hasta que escuché el carraspeo entendí a qué se debía, le sonreí a Gala como si fuera la cosa más insoportable que veía en mucho tiempo, porque lo era.

──Todo listo en el salón, vamos.

Nos guió por el ascensor tres pisos arriba, un hombre delgado e imberbe acomodaba el objetivo en su cámara.

Trono de Cuervos Where stories live. Discover now