41. Constantino.

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41.

Desde hacía años el espejo me devolvía la misma expresión de siempre, las mismas ojeras grises debajo de unos iris de un violeta que solo podía conseguirse mediante una mutación genética.

La misma mirada que me había seguido por años a través del espejo, a veces me ayudaba a sentirme menos cansado, más real, otras era una burla y un testigo en contra de todo lo que había vivido.
Me perseguía la extraña sensación de culpabilidad por no haber sido capaz de cambiar luego de años, quizás tendría más sentido, si como en las leyendas y supersticiones, los vampiros no pudieran reflejarse en los espejos.

Quizás viviría más en paz sin ese recordatorio constante de que el tiempo no me dejaba huella, ¿qué tan distinto era de un fantasma?, apariencia imperturbable y mirada vacía, un ente.

Con nuestra simple existencia estábamos rompiendo con el círculo de la naturaleza, y nada bueno podría salir de ir contra sus leyes.

Esen entró en la habitación cuando terminaba de acomodar mi corbata, a tiempo para alejar los pensamientos lúgubres de mi cabeza.

Lucía distinguida y elegante en un vestido de satén negro que caía suave sobre sus curvas.

Era una buena elección, clásica, aunque podía escuchar las peleas y debates de Gala y su equipo al otro lado de la habitación.

Esen se sentó sobre mi cama, poco sorprendida porque era la primera vez que entraba a mi habitación, desató los lazos de los zapatos negros que se enredaban en sus largas piernas.

Luego los dejó caer a sus pies.

Enarqué una ceja.

──No tardaremos mucho en salir ──avisé.

──Creí que estarías preocupado por el ataque ──indicó con recelo, su cabello estaba alisado y caía recto a los lados de su rostro cuando me miró──, una fiesta con miles de invitados no parece el mejor lugar para resguardarse.

──El rey Pristán tomaría mal si rechazamos la invitación.

──Y realmente necesitas el favor del rey.

──Creí que teníamos un trato.

──El Vigilante no volvió a hablar conmigo ──avisó──. Por lo que sé, soy poco más que una escort.

──Esen.

──¿Para qué me quieres aquí? Supongo que sí puedes decirme.

──A su tiempo, sabrás todo.

Ella me miró con una desconfianza apática, Esen era dueña de un tipo de belleza que no veía en cientos de años, llena de vigor y fuerza, indómita.
Luego de siglos de entumecimiento me gustaba admirar la vida que encandilaba en su rostro.

Incluso si solo fuera en forma de rabia hacia mí.

──¿Quieres que diga que confío en ti? ──ofreció.

──No eres tan buena mentirosa, querida.

──Ah, pero sí lo soy ──se burló en un tono deliciosamente mordaz──. No más que tú, seguramente, me faltan años de práctica.

Trono de Cuervos Where stories live. Discover now