19. Cavale.

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19.

Todo lo que podía recordar eran las luces del club bailando en mi visión, dispersando mis pensamientos, luego Raizel respirando contra mis labios, el sabor de su lengua contra la mía, tan adictivo como para odiarlo.

Al igual que odiaba saber que había besado a su novio unos momentos antes, y que volvería a besarlo después.
Quería borrar todas las veces que él lo había hecho, y hacerla recordarme cada vez que él volviera a tocarla.

Luego de eso todas las imágenes se recomponían en retazos borrosos, y los dolores de cabeza punzaban en cada zona en la que intentaba recolectar un recorrido.

Desperté con el sonido de una leve respiración a mi lado, unos brazos rodeando mi torso de forma... extraña.

No recordaba nunca haber dormido así con alguien, y quizás hubiera sido una buena primera vez, si la chica que observaba dormir no fuera la misma que me había llamado «imbécil arrogante» enfrente de toda la clase durante mi primer año de universidad.

Con cuidado de no despertarla, me deslicé fuera de sus brazos, pegué mi cuerpo a la pared antes de alcanzar el piso.

La tipa tenía el ceño fruncido incluso al dormir, no cedía un centímetro.

Apenas respiré cuando se removió entre las sábanas, igual se reincorporó a través de la pesadez típica del sueño.

──¿Cas?

──Ese no era el nombre que gemías anoche.

Acepté la almohada que se estampó contra mi cara como un buen perdedor.

──¿Qué mierda haces...? ──Luego dejó el resto de la pregunta en el aire──. ¿Te sientes mejor?

──¿En comparación a qué? ──intenté no parecer alarmado por no recordar nada en las últimas doce horas──. Es decir, ¿tuvimos sexo?

──En tus sueños.

Quizás ella tenía un punto.

Me fregué ambos ojos con las manos, siendo consciente de que apenas podía dilucidar su figura a esa distancia.

Raizel se apresuró a buscar mis anteojos, lo agradecí cuando pude verla mejor, no tenía señales de maquillaje corrido, su piel estaba limpia y ella se apresuró a cepillar su cabello antes de meterse al baño.

Claro que no dejaría que algún mortal viera que la gran señorita no despertaba impecable y maquillada.

Me dejé caer sentado sobre su cama, ¿cómo mierda había llegado ahí?

Esperé minutos más, hasta que Astarte salió del baño, yo la veía igual, pero supuse que para ella había hecho alguna diferencia.

──¿En serio no recuerdas nada?

De un mini refrigerador sobre un esquinero, me tendió una botella de agua, acepté el gesto.

──Estoy en el club ──Después me perdí en el alcohol porque prefería la inconsciencia antes que verte besar al imbécil de tu novio──. Luego nada.

Trono de Cuervos Where stories live. Discover now