— Usted está aquí por los siguientes delitos: —no se acordaba lo que había hecho, mucho menos lo que pasó, tal vez lo haría al día siguiente, pero esta vez se lo contarían— … conducción en estado de ebriedad, ocasionar un accidente con pérdidas materiales, vandalismo y agresión hacia un oficial de policía.

Su primera reacción fue abrir los ojos aun cuando las luces seguían provocando un leve dolor de cabeza.
Hizo un último esfuerzo para recordarse lo que pasó y como si fuera la última gota de un vaso de agua, recordó que condujo su coche después de beber un poco...

«Mi coche»

No tenía familia, pinturas o dijes que le hubieran heredado sus ancestros, nada de valor excepto su coche, una carcacha que ni bien la miró por primera vez, la recordó a ella, aunque eso fuera un "auto-insulto". La pintura desgastada con un color rojo opaco, el parachoques un poco abollado, asientos de cuero, pero desgastados.

Con lo poco que le quedó al vender la pequeña casa que con tanto esfuerzo su madre ya fallecida consiguió y luego comprarse un departamento, no lo pensó más, extendió el dinero en efectivo al sujeto y luego de una firma esa carcacha ya era suya. Pero ahora, ya era obvio el destino que tuvo su preciado coche; destrozado, confiscado, desensamblado, y posiblemente ya estaría en el deshuesadero. Mantuvo un minuto de silencio por ese pedazo de metal que debió quedarse a hacer la vida y el transporte más fácil para la pelinegra.

Su coche...

Escuchaba claramente como le estaban enumerando el daño material que ocasionó al destrozar las tiendas de un par de comerciantes, pero aún con eso no se quitaba de la cabeza a su preciado coche.

No era mala, no era ese tipo de personas que deseaba el mal a cualquiera que se cruzaba en su camino, pero si era el tipo de persona que cree que sus problemas son mucho más importantes que el de los demás. Desde llegar tarde al trabajo por un accidente en la carretera hasta estos momentos donde lo que estaba más arriba que esos comerciantes perjudicados, era ella, que pagó un montón por ese coche y ahora ya no tenía como ir al trabajo.

—¿Entendió la gravedad de sus acciones?
—Si —contestó secamente sin mover su vista de la mesa en frente suyo.

— Por menos que eso, yo podría mandarla a una prisión de mínima seguridad por un periodo de cinco meses.

Al momento de escuchar esa palabra, se imaginó toda una novela dentro de su cabeza, tendría que aliarse con la más ruda, soportar los abusos de los guardias, tal vez saldría por buena conducta..., solo tal vez.

— Sin embargo, revisé sus antecedentes por solicitud de su abogado.

Levantó la mirada con los oídos más que dispuestos a escuchar lo que tenía que decir el juez.

Cambió de pensamientos, su mente divagaba en que si las cosas saldrían bien o peor. Tal vez una multa, si fuera así hasta podría vender su departamento para conseguir el dinero... O tal vez detención domiciliaria, incluso eso sonaba mejor que la multa, pero esos pensamientos se vieron interrumpidos por el mismo juez.

— Seis meses de servicio comunitario.

Jane enarcó una ceja seguida de una risa burda que soltó sin haber tenido la intención.

— ¿Algún problema? —preguntó lentamente el juez advirtiendo con su sola mirada que más valía que no lo hubiera.

— Para nada señor juez —respondió por ella su abogado.

Parecía una broma de mal gusto, ¿Servicio comunitario? De todos los castigos, le había tocado ese, era el menos indicado para ella, pero por eso mismo era el mejor castigo.

SOMOS INSTANTESWhere stories live. Discover now