Conociendo el trabajo de papá y papá

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Hoy era un día especial, sobre todo en las oficinas del buró federal. Las oficinas estaban más concurridas y alegres que nunca; cosa que hacía sonreír a los directores, pues el ver a sus compañeros tan animados con la decisión que habían tomado, les recordaban que estaban haciendo las cosas bien. Habían pasado casi dos años desde que la nueva sede del FBI fue inaugurada, y desde ese día habían decidido comenzar a hacer cosas diferentes para ayudar a sus compañeros y amigos a interactuar en una aspecto más calmado que lo que usualmente hacían, y de esta forma reforzar sus lazos. Por lo que una de las primeras actividades que sugirieron sus compañeros era tener el famoso día de traer a sus hijos al trabajo. Así que luego de considerarlo y analizar los pros y los contras, estos decidieron que podrían permitirlo, siempre y cuando se tomasen las medidas pertinentes para salvaguardar sus identidades y la seguridad de sus hijos. El primer año por diferentes motivos no pudieron hacerlo, pues aún tenían varias cosas que terminar en la sede; sin embargo hoy, el día había llegado y el ambiente familiar se podía percibir en cada esquina.

— ¿Te gusta tu regalo, pequeña? — le preguntó el subdirector a la bebé de casi dos años con esa voz chiquita que le salía sólo con los bebés y los animales — si tu madre pregunta, le dirás que lo encontraste por ahí — terminó de decir mientras que esta reía y aplaudía con sus manitas, demostrando su alegría.

— Sabes muy bien que aun no sabe hablar Vik — le dijo riendo por lo bajo Horacio, mientras que mecía en sus brazos a la hermana gemela de esta, en un intento por que volviese a dormirse — además, Alanna no es tonta — se detuvo al sentir como esta lo miraba con sus ojitos entreabiertos (como muestra de su lucha contra el sueño) al mismo tiempo que con su mano derecha, acariciaba la barba del moreno.

— Amelia es más inteligente de lo que parece — respondió el ruso, refiriéndose a la pequeña que tenía en sus brazos, mientras que esta ahora balbuceaba sus intentos de palabras.

— Adelia también y no por eso ya sabe hablar — dijo acercándose a este con una sonrisa — ¿sí le dijiste a Lana que las íbamos a cuidar, no?

— Por supuesto — respondió no muy seguro, al tiempo que se ponía de pie para sacar su móvil — Mika, cuida a Amelia — le indicó a su minina, que se había quedado recostada junto a él y la pequeña durante todo el rato que habían estado en el suelo.

Horacio miró con ternura como la pequeña peludita se acercaba a la bebé para recostarse sobre esta con cuidado, permitiéndole a la mayor de las gemelas (por 7 minutos) acariciarla mientras balbuceaba y sonreía. A él le hacía mucha ilusión en algún momento poder adoptar un pequeño o pequeña, como lo eran sus sobrinas y ahijadas. La idea de ser padre junto con Volkov le hacía sonreír cada vez que esta cruzaba por su mente, y lo hacía más luego de recordar que el ruso estaba abierto y dispuesto a que como pareja, dieran el siguiente paso en su relación.

— Uve, Hache — entró apresurada Alanna a la oficina de sus jefes — ¿han visto a mis...?

Se detuvo al ver como sus pequeñas gemelas se encontraban allí con sus respectivos padrinos. Alanna agradecía mucho el amor y cariño que tanto sus gemelas como su hijo mayor, recibían por parte de todos en la sede, sobre todo de sus jefes. Por lo que se permitió bajar la guardia y sonreír aliviada.

— ¡Dijiste que le habías avisado! — le recriminó rápidamente el director a su pareja, a la vez que lo fulminaba con la mirada.

— Shhh — lo acalló por lo bajo, mientras que hacía reír a la joven madre la cual los observaba — que despiertas a Adelia y a Tamalito.

— Creo que Tamalito ya está despierto — dijo riendo Alanna al tiempo que se agachaba junto a su hija y Mika.

La pareja volteó hacia la silla del director y vieron como el más joven de su pequeña familia había despertado y los observaba tranquilamente, aún algo confundido desde su lugar. Horacio y Viktor no pudieron evitar sonreír enternecidos por la imagen que estaban apreciando.

— ¿Mi pequeño está confundido? — le habló de manera dulce el moreno a su minino, mientras que le pasaba a la pequeña Adelia a Viktor para poder ir hacia donde este.

Horacio se acercó a Tamalito y lo tomó en brazos, para luego tomar asiento en su silla y comenzar a acariciar a este, al mismo tiempo que el pequeño ronroneaba contento. Para Viktor el ver a su pareja tan alegre y cariñoso con sus mascotas era algo que por más tiempo que pasase, no iba a ser capaz de acostumbrarse.

— Creo que sus pequeños los solicitan — anunció Alanna poniéndose de pie con Amelia en brazos, mientras que Mika se le acercaba a Uve y trataba de llamar la atención de esta, pasandose por sus piernas — me llevaré a las niñas para que puedan ocuparse de ellos — les dijo con una sonrisa, a la vez que tomaba a Adelia de los brazos de Volkov — asumo que se despertaron y comenzaron a llorar, por eso tuvieron que ocuparse, lo lamento mucho es que me entretuve con Susan y unos informes y...

— No se preocupe Alanna — lo interrumpió el subdirector — nos las robamos gustosos, estaban despiertas y tranquilitas, por lo que le dijimos a G que podía ir a hacer sus cosas en lugar de vigilarlas.

— Nosotros te ayudamos Lana... — le dijo desviando la vista (más no los mimos) de su gatito policía con una sonrisa — tranquila, ya hemos cuidado a Stephen antes, tenemos experiencia.

— Lo aprecio mucho — les expresó sincera, mientras se dirigía a la salida — ya he terminado mi turno por hoy. Voy a buscar a Thomas y a Stephen en la comisaría.

— De acuerdo — le dijo Uve mientras que se agachaba para tomar a su pequeña en brazos — que descanse, buen servicio.

— Buen servicio jefes, descansen — dijo para luego salir con sus gemelas y dejando a la pequeña familia a solas.

Volkov se acercó a Horacio con Mika en brazos, para tomar asiento junto a este sobre su escritorio y comenzar a intercambiar miradas entre el amor de su vida y ambos mininos. Jamás pensó que su vida fuese como lo estaba siendo, durante los últimos años aprendió lo que era amar, ser amado, tener amigos, sobrinos y lo más importante... una familia. Todo lo que antes había catalogado como imposible, lo podía apreciar y disfrutar cada día y conforme más tiempo pasaba, mejor le iban las cosas. Por lo que se moría (aunque al mismo tiempo le aterraba) por dar el siguiente paso en su relación y arrodillarse frente al hombre que más amaba y pedirle ser su esposo. Sin embargo, para eso ya llegaría el momento ideal.

— ¿Todo bien Uve? — lo sacó el menor de sus pensamientos, mientras que con su mano izquierda le acariciaba el muslo y captaba su atención.

— Sí... sí Horacio — le respondió mientras que tomaba la mano de este (ambos sin soltar a sus respectivos hijos) — sólo pienso en lo feliz que me hace nuestra pequeña familia.

— Tú me haces feliz — le respondió el de cresta, a la vez que se levantaba para darle un rápido beso en los labios a este y caminar hacia la puerta — ¿mi pequeño gatito policía quiere dar una última vuelta antes de volver a casita? — se dirigió al de pelito negro, sonriendo para luego dejarlo en el suelo y que lo pudiese seguir — ¿vienen? — le preguntó a Uve, pues este se había quedado en su lugar observandolo, mientras que Mika miraba al mayor expectante por saber si se unirían a su otro padre y hermano.

— Por supuesto que sí — afirmó, para luego imitar la acción que este había hecho previo y salir de la oficina, seguidos de Mika y Tamalito los cuales ya conocían muy bien el lugar.

Tal vez el día indicado estaba más cerca de lo que el ruso pensaba, y es que teniendo a su familia junta y feliz, cualquier momento era perfecto. Pues como el moreno le había dicho una vez, lo más importante eran las personas que amaban y no el lugar o los objetos materiales, y esto era algo que actualmente Viktor Volkov tenía muy en claro.

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One-Shots: Volkacio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora