Epílogo

1.4K 158 35
                                    


Jasper y Clara estaban sentados tomando su café y té igual que todas las mañanas. Como siempre, el canto de los pájaros les hizo compañía, y la brisa trajo a ellos el dulce aroma de los campos primaverales. El sol bañaba su gran jardín, y dotaba de vida a las plantas que el hombre había hecho crecer con tanto cuidado en el lugar. A lo lejos se escuchaba el gorgoteo de un arroyo, y el correr de los dos huskys siberianos que habían adoptado, las mascotas corrían detrás de una niña de cabellos dorados y ojos cafés con motas azules de cuatro años de edad.

—¡Papá! —la niña se apresuró hacia su padre. Jasper extendió los brazos y la ayudó a subirse a su regazo. El perro se detuvo a los pies de Jasper y miró curioso a la niña.

—¿Te asustó? —preguntó Jasper con una gran sonrisa. Jasper volteó a ver a Clara, quien sonreía con los ojos llenos de amor hacia su pequeña hija. El corazón de Jasper vibró con felicidad ante tal imagen, por alguna razón, hoy, Clara se veía aún más hermosa que de costumbre.

—Es que es muy rápido —se quejó la pequeña. Su mascota siempre la alcanzaba, terminando por asustarla gracias a su gran tamaño. Jasper soltó una risa jovial y besó la frente de su hija, ella sonrió y se recostó contra el pecho de su padre—. Comprame uno más chiquito.

—Entonces Bobby se sentirá triste —dijo Jasper—. Tranquila, princesa, pronto serás así de alta —puso su mano en un altura mucho más grande de lo que podría considerarse realista.

Su pequeña pronto olvidó que se había asustado y volvió a salir corriendo hacia las flores siendo seguida por sus dos mascotas. Clara sonreía, como era usual, y miró a su esposo. El hombre miraba la mano de su mujer, donde reposaba un hermoso anillo de diamantes y otro de oro, sin embargo, no era a esos caros detalles a los que prestaba atención, sino a la unión de sus manos, ambas cálidas y humanas. En la mesa, no solo estaban los platos de su desayuno, sino también el computador de su esposa y las hojas en las que tenía anotadas cosas para su próxima novela. Llevaban una vida acomodada a las afueras de la ciudad, donde Jasper podía trabajar en la mayor parte del tiempo desde su oficina en casa, lejos del riesgo de ser visto por mucha gente que pudiera reconocerlo, y donde Clara podía concentrarse en escribir. Solían dedicarse a sus deberes desde temprano, pero hoy, siendo su aniversario, solo querían quedarse pasando el tiempo juntos.

—Te tengo un regalo —dijo Clara. Jasper se mostró sorprendido.

—¿Tan temprano? —sonrió con picardía. Clara se sonrojó y le dio un suave golpe en la mano— No es que me niegue, podemos decirle a tus hermanos que pasen antes por nuestra princesa.

—Díselos —dijo ella, sonriendo. Él tomó el teléfono de inmediato—. Pero espera, ¡espera! Primero quiero darte tu otro regalo. Cierra los ojos.

El hombre la miró a los ojos por unos segundos. Estaba profundamente enamorado de ella, lo estaría por siempre, no lo dudaba. Habían pasado años desde que estaban juntos, y no podía imaginar un solo día de vida sin ella a su lado. Se sentía afortunado, cada vez que la miraba, agradecía la dicha de poder ser su esposo. Clara lo miró un poco más seria y él recordó que le había pedido cerrar los ojos, así que eso hizo. Escuchó como su hija regresaba corriendo y como susurraban algo las dos, la risa traviesa de su princesa hizo que Jasper sonriera. En su mano sintió el suave peso de dos objetos.

—¿Ya puedo abrirlos? —preguntó él.

—Ya —dijo Clara.

Jasper vio en su mano dos pares de zapatos color verde, eran diminutos, del tamaño que su hija usaba cuando nació.

—¡Voy a tener un hermanito! —gritó su pequeña, llena de felicidad y comenzó a brincar por todos lados.

Clara sonrió y lo miró, él se puso de pie de inmediato, con una gran sonrisa llenando su rostro y lágrimas inundando sus ojos verdes. Llegó hasta su lado y ella se levantó para unirse a él en un suave abrazo. Jasper besó su frente, luego sus mejillas, y luego sus labios. Al final se arrodilló y besó su vientre, y colocó una mano en él mientras miraba el rostro de su esposa. No pudo evitar ponerse de pie de nuevo para volverla a besar. Ella sonreía y él también, mientras que su hija unía sus manitas feliz de ver el amor de sus padres. Jasper le agradecía entre besos, y ella limpiaba sus lágrimas. Tenían una familia, una vida juntos, y un futuro por delante. Tal vez no estarían juntos durante una eternidad, pero por ahora, envejecer juntos y después encontrarse en otra vida, sonaba bien. Era esa su mejor versión de "siempre".

╰☆☆╮

Cada ciertos días algún miembro de la familia Cullen entraba a la habitación. Edward, Bella y Jason eran quienes lo hacían con más frecuencia. Jason solía sentarse a divagar o a contarle cosas al cuerpo inerte de Jasper, era una tontería, porque sabía que no podía escucharlo, pero le gustaba porque así podía quejarse de sus discusiones con Edward con alguien que no intentaría darle un consejo. No era extraño, ni se sentía como algo tenebroso, era como si estuviera viendo alguna estatua o pieza en un museo.

Habían adecuado un espacio de descanso en la mansión Cullen, donde cuidaban del cuerpo de Jasper, pues tenían la teoría de que si algo malo le pasaba al Jasper de ahí, entonces su cuerpo en el otro mundo también sufriría las consecuencias. Jason y Jasper habían intercambiado lugares, razón por la que ambos habían equilibrado las balanzas en sus mundos y no habían corrido riesgos. Aún así, no querían confiarse. Y por eso cuidaban de él. Nada había pasado, ni cambiado a lo largo de esos años. Sin embargo, aquella mañana del 2095, cuando Jason entró se encontró con algo inesperado.

—¡Edward! —llamó, alterado, al lector de mentes. No solo llegó él, sino que Emmett y Bella le siguieron. Todos se quedaron pasmados. 

—Esto... ¿Creen que significa que...? —Emmett ni siquiera podía terminar la frase, pero no importaba, pues todos lo entendieron.

—Sí —dijo Edward—. Supongo que vivió una buena vida —abrazó a Jason, quien se había acercado a él porque se sentía por completo triste. Si hubiera podido, habría llorado. Jasper, o lo que era su cuerpo, comenzaba a tornarse blanco por completo y a deshacerse en trozos cenicientos. Tenía grietas, y los bordes de su cuerpo estaban polvorientos, daba la impresión de que si lo tocaban se desharía como si fuera arena o tierra. Jason sabía que Jasper no dejaría nunca sola a Clara, y que si él ya no estaba más, entonces eso quería decir que Clara también había muerto. 

—Seguro fue así —dijo Bella, sonriendo con resignación—. Estoy segura de que fue una hermosa y feliz vida. 

¡Estoy dentro! | Jasper HaleKde žijí příběhy. Začni objevovat