Introducción

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En la colonia Jardines de Hidalgo hay una casa que se destaca del resto. El porte, la decoración y los acabados de la vivienda son parte de lo que la volvía tan atractiva, sin embargo, no era aquello lo que la hacía tan especial. Lo realmente hermoso, era aquel balcón que daba hacía la calle -ubicado en el primer piso, únicamente separado del resto del mundo por un extenso jardín y unas vallas doradas-, cuyas ventanas continuamente estaban abiertas, permitiendo que la gran biblioteca estuviese a la vista de todo aquel que voltease.

Los vecinos, que cada mañana se reúnen frente a sus jardines para discutir las buenas nuevas, en un inicio se mostraron reticentes a la construcción de tal habitación, y es que esa zona de la casa era inexistente antes de que los Muller se mudaran a la zona, aún así, al día de hoy, no paran de alabar la belleza y excentricidad que tal vista les regala.

"¿Cuál es la necesidad de construir eso? Ya sabemos que son adinerados, pero presumir de ese modo...", habían dicho, confusos y un tanto molestos. Poco tardaron en comprender que de hecho, tal construcción estaba lejos de ser una exposición de sus riquezas. Dos días después de que la gran biblioteca estuvo lista, una joven comenzó a sentarse en el balcón para tomar su café mientras leía alguno de los tantos libros que tenía a su disposición. Tal imagen parecía ser una obra de arte, pintada por algún artista enamorado de la paz y fortaleza de la joven; su vestimenta, tan acorde a la actualidad y aún así tan clásica, la hacía parecer irreal, y su belleza, aportaba aún más a aquella percepción.

Aunque el primer impulso de sus vecinos fue hablar mal de ella, pronto les fue imposible, porque al sentirse observada, la muchacha sonreía y saludaba. En ocasiones invitó a sus vecinas a pasar para beber juntas un poco de café o té, las mujeres cruzaban la calle desde sus hogares hasta el jardín de los Muller, ahí eran recibidas por Clara, quien abría una sección de la valla dorada para permitirles el paso a la mesa. De todos los miembros de la familia Muller Ruiz, Clara era la más querida por los habitantes de la colonia.

Quedaba en evidencia que la biblioteca fue construida para hacer feliz a la única hija de la familia, y era absurdo molestarse por eso.

—¡Clara, no te tardes mucho en volver! —gritó la señora Ruiz, asomada por la puerta de la cocina. Tenía las mejillas manchadas con harina, la bata del pijama puesta y el cabello amarrado en una coleta mal hecha— De la escuela directo a casa, ¿entendido?

Resonaron en toda la planta baja aleteos agudos que hicieron que la señora Ruiz inclinara la cabeza para observar mejor. Desde las escaleras, uno tras otro, aparecieron libros que brincaban violentos de escalón a escalón hasta que el suelo detuvo su avance. Tras ellos, Clara bajaba corriendo, portaba un atuendo en tonos neutros, y llevaba en la mano una mochila vacía con el cierre abierto.

—Esta mañana no podría ser peor... ¡oh, este no, por favor! La portada es hermosa... —decía Clara mientras levantaba los libros escolares y unas novelas literarias, guardó los primeros en su mochila, y permaneció con los otros en la mano para poderlos llevar a la biblioteca. Su madre chasqueó la lengua y negó con la cabeza. Aún con su respectivo mal humor mañanero, cuando los ojos de ambas se encontraron, una sonrisa se formó en sus rostros.

—Levántate más temprano, así te evitas todo esto —dijo al tiempo en que borraba su sonrisa, volvía a entrar a la cocina, y desde ahí continuaba hablándole a su hija. En tanto, Clara se apresuró a llevar las novelas al gran librero, aún a esa distancia podía escuchar a su madre; dejó dos y se quedó una para poderla seguir leyendo en la universidad—. ¿Sí escuchaste lo que te dije? Quiero que regreses temprano, no te quedes con... ¿Cómo se llama? Tu amiga de los ojos bonitos. Bueno, no importa, hoy vuelve a buena hora, iré a comer con la tía Rosalba y quiero irme con la tranquilidad de que están todos mis hijos en casa. Podrá sonar exagerado, pero, querida, merezco divertirme, y con ustedes tres regados por la ciudad simplemente estaría más preocupada que otra cosa...

¡Estoy dentro! | Jasper HaleWhere stories live. Discover now