Capítulo 16

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Edward Cullen se recargó en el asiento de su auto. El estacionamiento estaba vacío a esta hora, pues casi la totalidad de los estudiantes y docentes se habían marchado. Eran casi las cinco de la tarde y Nicolás aún no terminaba su "castigo"; era jueves, lo que implicaba que el chico estaba cumpliendo con la consecuencia que se ganó el lunes por gritarle a todo el que se le paraba enfrente.

Una sonrisa escapó de los labios del vampiro cuando recordó lo que había visto en la mente de Esme. Nicolás se había comportado como si dentro tuviese el demonio de un niño berrinchudo, Edward se preguntó qué era lo que lo tenía de tan mal humor aquel día.

Pasaron unos minutos más, y por fin vio como el Instructor Clapp salía del gimnasio. Bastó con eso para que el vampiro saliera de su vehículo, y se dirigiera al edificio. Nicolás llevaba media hora limpiando el desastre que dejaron los de primer grado, y no llevaba ni siquiera la mitad del trabajo hecho. Edward se recargó en la entrada del lugar, observó cómo el humano levantaba los vasos desechables y los lanzaba con molestia dentro de una bolsa negra de basura.

—Esto contamina demasiado —dijo Nicolás, poniendo por milésima vez mala cara a los vasos, platos y cubiertos que había en el suelo—. Lo bueno es que no viviré lo suficiente para ver cómo el mundo se acaba por culpa de estas cosas.

Edward había escuchado su monólogo desde varios minutos atrás, cuando el entrenador aún estaba vigilando a Nicolás. Al chico no le había importado tener espectadores, despotricó sobre cómo la gente se arrepentiría por contaminar tanto, y con eso consiguió cansar al docente que terminó por rendirse y marcharse tras darle una leve amenaza sobre volver más tarde a comprobar que el trabajo estuviera hecho.

—Nicolás —dijo Edward, el humano fue tomado por sorpresa pero controló bastante bien su reacción.

—Jason —corrigió Nicolás, el gesto que hizo fue una copia de la cara que puso el pequeño niño cuando Edward le llamó Nicolás en lugar de Alexander—, ¿qué haces escuchando a escondidas?

—No me escondí, solo no avisé sobre mi presencia —se encogió de hombros, caminó en dirección al chico, tomó una de las bolsas y comenzó a poner en ellas varios trozos de basura—. ¿No te agrada ser llamado Nicolás? —preguntó.

El chico se lo pensó.

—Nadie me dice así, se siente como si le hablaras a alguien más —respondió—, dime Jason.

Edward tendría un problema haciendo eso, pues desde que se había enterado del segundo nombre del chico su mente le decía así de forma inconsciente. Sin embargo, si ese era su deseo, el vampiro tendría que volver a acostumbrarse a llamarlo Jason.

—Gracias por la ayuda —dijo Jason, señalando la bolsa que Edward traía en manos, cuyo contenido ya superaba la mitad.

Edward asintió y siguió en lo suyo. Se aseguraba de limpiar lo más rápido posible. Era imperativo que Jason terminara y volviera a casa, pues era evidente que estaba cansado y que su estado de salud no había mejorado en estos días. Esa era la principal razón por la que Edward estaba al pendiente de él.

El lunes Jason terminó muy afectado. Poco tenía que ver con la muerte de su padre biológico,  a ojos de Jason, ese hombre ni siquiera era su padre real pues era de otro universo, e incluso si hubiese sido el real no le habría importado en lo absoluto. El motivo de su decaída tuvo que ver con lo que Edward le había contado: la razón por la que su madre le había abandonado.

Ella había muerto.

La mujer sabía que el final estaba cerca, lo supo cerca de seis meses atrás. Había contraído VIH cuando era joven, y debido a las condiciones en las que vivió por los últimos años, su medicamento comenzó a dejar de serle útil. Fue paulatino, pero irreversible. Ella era consciente de que dejar a Jason solo, viviendo con su padre, habría sido como sentenciar al pequeño a muerte. Edward creía que por eso había aguantado tanto, o por lo menos más de lo que el pronóstico de los doctores auguró.

¡Estoy dentro! | Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora