'Mi nuevo lugar'

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—No tenemos departamentos libres, joven.

Como por quinta vez la señora volvió a disculparse por no haber quitado el letrero donde se anunciaba el alquiler de los departamentos.

—El edificio está muy viejo y feo —hablé en voz alta y ella pareció avergonzarse —. Es perfecto para mí.

Con el poco dinero que aún me quedaba, mis opciones se limitaban a un sitio de ese tipo o dormir debajo de un puente. Muy en el fondo, sabía que tenía otras opciones; ir a la antigua casa de mis padres, a la casa de mis abuelos o la de mi hermana y su esposo, pero no quería hacer ninguna de las anteriores.

—¿No hay nada disponible? No tengo en donde pasar la noche.

La señora me observó sin molestarse en disimular: analizó con detenimiento mi ropa y la pequeña maleta rosada que andaba en mi mano.

—La azotea, pero...

—¡Perfecto! La azotea será entonces.

No le dejé espacio para que pensara mucho, caminé por las viejas escaleras y comencé a subir. Por su puesto que, por mi forma tan inapropiada de hacer negocios, ella me seguía, marcando cierta distancia entre nosotros.

—Está fea —le hice saber una vez arriba de la azotea.

Un lugar húmedo en todos los aspectos; grandes pozas de aguas que cubrían unos asientos de metal oxidado. El olor a madera podrida y el popo de los pájaros por todo el lugar.

—¿Ese es el dormitorio? —cuestioné, sin dejar de caminar en dirección a la pequeña habitación —. Huele fatal.

—Es el lugar para guardar las cosas de limpieza —hizo saber ella.

Y decía la verdad; el pequeño lugar se encontraba incluso más desordenado que mi vida. 

Una gran cantidad de botes vacíos de detergentes estaban colgados por todas las paredes igual de húmedas que el resto de la azotea. Era el lugar donde se guardaban las cosas de limpieza, pero estaba muy lejos de ser un lugar limpio. 

Por los pies de la señora caminó una cucaracha y ella dio dos pasos atrás, preocupada por la poca higiene en su propio edificio.

—Seguro y hay hasta ratas —comenté para ambos.

—Como puede mirar, joven, no hay un lugar disponible. Lo siento mucho.

—Lo voy a alquilar —contesté.

—No puede hacerlo, no puedo exponerlo a esta situación.

—No me está exponiendo a nada, no se preocupe. Me gusta el lugar.

—¿Cómo a alguien podría gustarle este lugar?

—A mí me gusta.

Ingresé a la habitación.

—¿Por qué?

—Porque está igual de desordenado que mi vida.

La señora no supo comprender muy bien mi comentario, pero yo sentí que, ese lugar que apestaba a mierda y animales podridos, en donde había más humedad que paredes, ese era un lugar en el cual me sentiría cómodo. Un lugar que podría trasformar y convertirlo en mío.

...

Esa noche no dormí con las ratas, me quedé afuera, justo en el extremo de la azotea en donde podía visualizar a los autos correr de un lugar a otro.

Como si mi vida no fuera lo suficiente lamentable, esa noche llovió y no hablo únicamente de lo mucho que lloré por sentirme tan insignificante. 

Verdaderamente llovió.

Me quedé unos cuantos minutos recibiendo la lluvia, siempre me gustó fingir sufrimiento; imitar a los protagonistas de los libros, esos que pierden todo y se quedan sin nada, la única diferencia entre esos tiempos que lloraba bajo la lluvia, fingiendo ser ellos, y la actualidad, en donde era yo quien sentía haberse perdido y haber perdido a todos, era que, en uno de los dos escenarios no estaba fingiendo. 





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La Historia De Royce (✔️)Where stories live. Discover now