'Yo, era un payaso que lloraba'

54 17 6
                                    

—¿Esto como se hace?

Tomé los pelos de mi cabeza y los tiré con más fuerza de la planeada, todo a causa de la desesperación. Maldita desesperación. ¿Por qué sentía que no hacia las cosas bien?

—Deja de maltratarte, Royce —advirtió mi abuela. Yo le sonreí como respuesta. Si ella supiera que los pelos de la cabeza no eran los únicos que me quería sacar de un solo tirón —. Nada más tienes que girar la cortina para este lado y hacerle un nudo en la parte de abajo.

—Querida —la miré tiernamente y ella supo lo que diría —. Querida abuela. Si usted sabe hacerlo. ¿Por qué insiste en que lo haga yo cuando usted puede hacerlo perfectamente?

Ella suspiró.

—Solo quiero pasar tiempo con uno de mis nietos, por lo menos. Tu hermano mayor no quiere salir de casa y tu hermana casi ni me visita. ¿Es ilegal que quiera pasar tiempo contigo?

Bajé la mirada, culpable por haber bromeado al respecto. Tampoco había pasado tiempo con mi hermano. Desde que habíamos ido juntos a su antiguo instituto me evitaba. Ni siquiera mantenía la puerta de su cuarto abierta. Era jodidamente estresante mirar como toda nuestra relación iba empeorando.

Y mi hermana, ella estaba demasiada ocupada haciendo arreglos en su nueva casa.

—Cariño. ¿Puedes sostener la escalera? Siento que me caigo. Si este esqueleto se golpea contra el suelo, juro que no sobrevive —le habló mi abuelo a mi abuela. Ella hizo el esfuerzo de levantarse con rapidez y con una sonrisa que dejaba ver toda su dentadura postiza, se acercó a él y le sostuvo la escalera.

Solté las cortinas un instante. Solo quería apreciar ese tipo de momentos. 

Existían parejas que tenían muchas cosas en su vida, menos muestras de afecto auténtico, muestras de cariño que no era incentivado por la obsesión de aparentar ser perfectos a los ojos de los demás. No podía haber mejores dueño de esa idea que mis padres.

—Cuidado y se te caen los dientes —jugó mi abuela. Él solo apretó su mandíbula para que eso no sucediera.

Por otro lado, estaban las parejas como mis abuelos: mostrándose afecto en privado y en público, sin la necesidad de aparentar algo frente a las personas, besos dulces y en amor que parecía tan fuerte como los primeros años. Haciendo bromas de doble sentido, expresiones de doble sentido que solo ellos conocían el contexto.

—Querido. Pusiste esa cortina en mala posición —dijo mi abuelo. Acomodando desde la altura mi trabajo mal hecho.

Estábamos arreglando el salón donde sería un evento privado de la familia. No me interesaban esos eventos, si era sincero, no me interesaba la presencia de desconocidos. Me asfixiaba el saber que no podía ser leal a mi personalidad cuando estaban los amigos de mis padres.

—Yo lo arreglo, abuelo —aseguré. Me daba miedo que se fuera a caer de la escalera. Así que me levanté y subí rápidamente.

—Royce. Quiero que vengas —llamó mi padre.

Muy poco hablaba con mi padre y no era de esperar que no tuviéramos una relación hermosa entre padre e hijo. Yo era todo eso que él detestaba. Y él... era algo que no podía ni fingir ser.

Además de alguien ausente e infiel. También tenía ese aire de superioridad que caracterizaba a mi madre. Muchas cosas podían tener, pero carecían de la supuesta perfección que presumían

—Royce. Quiero vengas —murmuré, imitando la voz de ese señor. Mi señor padre, era como ese papel de baño que se atora en el culo cada que te limpias.

—En casa he dejado un documento, está en mi escritorio. Ve y trae el documento. Bajo ninguna circunstancia quiero que esas hojas vengan mojadas.

—Está lloviendo afuera —dije.

—Ya estoy enterado, Royce. Por eso te digo que no quiero que los documentos se mojen —se llevó una mano a la cabeza y con la otra apuntó la salida. Escuché como mis abuelos le reclamaban acerca de mandarme bajo la lluvia, pero era mi padre, le sopleteaba todo.

Comencé a caminar hacia nuestra casa. Cualquier persona inteligente hubiese tomado un paraguas, pero yo no era un ser inteligente. Yo era Jeffry Royce.

No, la verdad era que, solo quería pasar un momento melancólico, como uno de esos protagonistas de los dramas coreanos cuando son rechazados. En todo caso, yo no era ningún protagonista de drama coreano, si acaso llegaba a ser un protagonista de una comedia malograda.

No conseguí tener ninguna  escena melancólica. Lo que único que conseguí fue besarme con el suelo cuando resbalé por una de las bajadas que quedaba cerca de mi casa. Mi rodilla solo hizo sonido de estar encantada teniendo un encuentro candente con el suelo, sin ganas de despegarse.

 Cuando al fin pude levantarme: tenía dos grandes raspones en una sola rodilla y la otra no se miraba por el lodo.

—¿Qué ha sucedido? —el cuerpo pálido y delgaducho de mi hermano se lanzó al suelo para levantarme —. Jeffry. ¿Te encuentras bien? —sus manos buscaron mis heridas y me ofreció su hombro para levantarme.

Si miraba tan débil, tan delicado, no había rastro de sonrisa en su rostro, no mostraba sus blancos dientes, su mirada no era la misma mirada divertida, mi hermano mayor se estaba... se estaba hundiendo y yo no podía ayudarlo.

Intenté distraerme y sonreírle. 

Al parecer llevaba los papeles que mi padre había encargado.

—Pensé que me evitarías para siempre —quise bromear. Apoyándome solo un poco en él para levantarme.

Él ladeó una pequeña sonrisa.

—No te estaba evitando —respondió. No me estaba evitando solo a mí, ahora tampoco quería ver a su amigo y a penas hacia las cosas básicas como comer, bañarse o caminar fuera de su cuarto.

—Entra. La lluvia puede hacerte daño —lo tomé de la mano, pero él se resistió.

—Le llevaré unos papeles a papá —su respiración estaba agitada —. Puedes entrar y curar tus heridas —sugirió, pero no iba a dejar que él fuera solo.

—Déjame hacerlo —le quité los papeles que iban en la bolsa, pero el paraguas se le dejé. 

—Jeffry, te acabas de pegar la raspada de tu vida —sonrió —. Será mejor que vayas adentro y te limpies, busques algo de medicina y te la coloques en la rodilla. O puedes esperar a que regrese para que te ayude a desinfectar el área.

—Estoy bien, mira —corrí en círculos para que mi hermano no sospechara. Me dolía hasta los putos huevos, pero era fingir que estaba bien o dejar ir a mi hermano solo —. Espera en casa. ¿Sí? Luego vengo, preparo un chocolate y miramos una película. ¿Sí?

Iba a decir algo, pero me apresuré y corrí. Cuando estuve lo suficientemente lejos de casa, no pude evitar sentir como las malditas gotas saladas se dirigían hasta mi boca. Nunca había creído que llorar hacía débil a las personas, pero estaba tan metido siendo el payaso de la familia que llorar se sentía extraño en mí. Entonces. Yo tal vez, era un payaso que lloraba.

...

Muchas veces me pregunté que hubiese pasado si ese día lo hubiera dejado ir con los papeles de papá. ¿Algo sería diferente? ¿Esa salida tendría alguna diferencia en nuestras vidas? Es absurdo pensar eso, pero la idea de que todo pudo ser diferente me atormenta. La idea de que, de una forma indirecta, fui yo quien tuvo algo que ver.

La Historia De Royce (✔️)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz