'No, yo no estaba bien'

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—Voy a salir —le hice saber a mi abuela.

Me detuve en la sala antes de abrir la puerta, di dos pasos hacia atrás.

—¿Sucede algo? —pregunté mientras me acercaba.

En la mesa, estaban cualquier cantidad de pastillas y mi abuela las acomoda en bolsitas plásticas por grupos de cinco pastillas diferentes. Aparté la mirada rápidamente, odiaba mirar tantos medicamentos.

—¿Cambio de medicamentos? —pregunté —. ¿Es por lo de tu pierna?

Se detuvo para levantar su mirada y yo también pude observarla: parecía más cansada que de costumbre y eso me hizo acercarme a su cara. Limpié mis manos en el pantalón y las llevé hacia su frente.

—Estoy bien —hizo saber —. Solo son cambios de medicamentos.

—¿Y el morado de tus manos tiene algo que ver con eso?

Tomé sus manos entre las mías y las sobé con suavidad, así como ella nos acariciaba a mi hermana y a mí.

—Efectos secundarios, hijo —dijo con tranquilidad —. ¿No ibas a salir?

Bajó la mirada y siguió acomodando pastillas en las pequeñas bolsas.

—Iré a mirar una película con mi amigo —hablaba y seguía mirándola de cerca.

No me gustaba que estuviera tan pálida, o que, últimamente anduviera sin ánimos y no nos quisiera acompañar al taller.

—Anda, ve, ve, seguro quieren pasar las últimas semanas juntos —contestó.

—Sí, nos vemos luego —estaba por salir de la puerta, cuando me di cuenta de lo que acababa de escuchar —. Abuela...

—Dime, cariño.

—¿A qué te refieres con últimas semanas?

Sus ojos se abrieron cuando pregunté y mi cabeza comenzó a crearse un caos tremendo, pero me controlé.

—¿No te ha dicho nada? —cuestionó, algo dudosa.

—Sí, claro, me dijo... eso que tú sabes —fingí saber mucho —, pero todo se me olvida, no me dijo fechas, tengo miedo de que se enoje si me pregunta y no recuerdo fecha.

Ella sonrió.

—Es dentro de dos semanas —explicó.

—Sí, claro... dentro de dos semanas él... —me corté a mi mismo, porque no había nada más que decir.

No sabía qué sucedería dentro de dos semanas.

—Se irá a España.

Y me sentí humillado y traicionado cuando escuché eso. Sentí como si mi mundo se viniera abajo.

—¿España? —balbuceé.

Al mirar la confusión de mi abuela, seguro por mi reacción, me dispuse a seguir fingiendo que sabía mucho:

—Ah, sí, claro, España.

Me despedí sin escuchar más de lo que ella estaba diciendo.

—Te estuve esperando, Jeffry —reprochó él, cuando me miró salir de casa. 

—Lo siento —hablé —. Estaba hablando con mi abuela.

Me subí a su auto sin decir mucho. Él se dio cuenta de mi silencio de inmediato por su puesto, era mi mejor amigo, la persona más cercana a mí y quien conocía mis más oscuros secretos y mi forma poco controlada de hablar.

—¿Estás bien?

—Si —mentí.

Porque no, yo no estaba bien.

¿Por qué no me lo había dicho? ¿Pensó que reaccionaria de manera agresiva si lo hacía? ¿Qué sería egoísta y le diría que se quedara? Yo no era así.

...

Y no estaba listo para que él me abandonara. Me daba mucho miedo sentir que se iba a alejar, que nuestras vidas ya no iban a coincidir y su vida de adulto ahora lo consumiría más.

La Historia De Royce (✔️)Where stories live. Discover now