32. Por favor, ¿podrías enamorarte de mí?

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Por el resto del tiempo en la fila, Adam me mantiene tomada de la mano, pero está más bien inmerso en sus pensamientos

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Por el resto del tiempo en la fila, Adam me mantiene tomada de la mano, pero está más bien inmerso en sus pensamientos. Creo que me equivoqué al hablar, ¿quién soy yo para decirle que sus padres no deberían estar juntos?

Es solo que... no quisiera que le pase lo mismo, no quiero que nos ocurra lo mismo. Quiero que Adam me deje ir si le hago daño y yo a él. Aunque ahora mismo pueda jurar que deseo estar mucho tiempo con él, siempre me parecerá mejor soltarlo si deja de hacernos felices.

Tal vez mis muchos de mis fracasos amorosos no se debieron a que yo fuese insuficiente para ellos. A lo mejor no encajábamos. Tal vez es tan simple como que no buscaban lo mismo de mi que yo de ellos. En ese caso, ellos tomaron la decisión correcta al dejarme; no yo al querer cambiarlos.

Personas como los padres de Adam buscan el un «felices para siempre», pero cuando se quedan sin el «felices», se aferran al «para siempre». Es entonces cuando todo se va al carajo y tienes a dos personas juntas, que no se quieren ni un poquito, que se hacen infelices y se destruyen.

Puff, qué cosas tan profundas salieron de una pregunta tan trivial.

Me pregunto cuántas veces su madre lo ha golpeado. No lo mencionó como «fue la única vez que pasó», ni la primera. Lo dijo como algo casual, como si fuera una rutina. Pero no es algo que vaya a preguntarle, ya fui muy lejos antes.

No sé qué decir ahora para arreglar todo esto. ¿Está pensando en sus padres?, ¿en él?, ¿en nosotros? A lo mejor en que soy una entrometida, o que su flechazo por mi en la fiesta quiere decir que esto no va a funcionar.

Solo hay una cosa que puedo decir ahora.

—Adam —lo llamo—. Tú me haces feliz.

Porque quiero detener su tren de pensamientos, y porque quiero que esté seguro de ello. Porque es verdad.

—Y tú a mí, bonita —masculla como respuesta. Veo en primer plano que sus ojos se llenan de lágrimas. Él me besa la mejilla y yo lo abrazo para llevar su cabeza hasta mi hombro.

Lo digo por la sencilla razón de que no le había planteado en voz alta lo feliz que me hace estar a su lado. Lo feliz que me ha hecho desde que lo conozco: con cada conversación tonta, cada chiste, cada foto, cada caminar por los pasillos, cada baile y cada beso.

Hasta que Santa Claus devuelva al gato ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora