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Aparte de las olas rompiendo suavemente en la playa, no había ningún sonido. Todos los pájaros se habían quedado en silencio. Caraxes, que había estado rugiendo de ira antes, reflejando las emociones internas de Daemon, había huido. Daemon estaba sentado sobre sus rodillas en el agua. Su espada fue descartada en la arena detrás de él. Se sentía totalmente entumecido, incapaz de moverse, incapaz de pensar, incapaz incluso de caminar más en este maldito océano y no regresar. El sol se estaba hundiendo rápidamente en el océano, y solo le recordaba que te habías ido.
Nunca volverías a ver la puesta de sol, ni el amanecer. Siete infiernos nunca volverías a ver nada. Cerró los ojos dejándose caer hacia atrás. El agua se cerró a su alrededor y por un momento se sintió normal, como si una cálida manta lo cubriera. Como si estuvieras acostada a su lado en la cama, apenas despierta después de una noche difícil, después de no haber dormido lo suficiente por el bebé en tu vientre.
El bebe. Volvió a abrir los ojos y volvió a sentarse. El agua cayendo en cascada por su cuerpo. Sabía que el bebé había salido con vida. Incluso había sostenido al bebé cuando la partera lo empujó en sus brazos. Sin embargo, tan pronto como te vio, cubierta con la manta, la había empujado a los brazos de la persona más cercana. Sin importar quién era, solo pensé que eras tú. Junto a la cama había caído al suelo agarrando tu mano ya fría.
Una mano había sido colocada en su hombro. "Lamentamos su pérdida, mi príncipe". El maestre había estado de pie detrás de él. Dejó escapar un resoplido. Una dolorosa excusa de un maestre si no pudo salvarte, salvar a una princesa. Simplemente había ignorado al anciano senil y doblado la manta hacia atrás; una sonrisa pacífica aún adoraba tu rostro. Casi lo mismo con lo que lo habías bañado esta mañana cuando los dos habían desayunado. Solo otra cosa que nunca podrás volver a hacer.
Intuitivamente, sus dedos trazaron las curvas de tu rostro, lentamente el calor fue saliendo de tu cuerpo, y supo que en unas pocas horas estarías tan frío como el océano en el que estaba acostado. Suavemente presionó un beso en tu frente. antes de doblar la manta hacia atrás. No iba a mostrar ninguna lágrima, no todavía, no aquí. Habías perdido mucho más que él hoy, habías perdido tu vida tratando de darle un hijo. ¿Por qué nadie lo había llamado antes? Ahora te habías ido sin despedirte.
"¿Mi príncipe?" una voz incierta se dio a conocer, rápidamente miró a la chica que sostenía al bebé, ella lo sostenía hacia él. pero todo lo que pudo hacer fue volver su mirada hacia ti. No sabía cuánto tiempo había estado sentado allí, solo mirando tu cuerpo, repasando cada recuerdo que tenía contigo. Imaginando que simplemente cruzarías la puerta diciéndole que todo fue solo un mal sueño. Pero ese momento nunca llegó.
