4.3

1K 129 26
                                    

El clima cuando Lucas aterriza en el aeropuerto es muy diferente al que él está acostumbrado. Es mucho más cálido, el sol se alza en lo alto y eso de alguna forma empeora el dolor que tiene en la nariz. Está bajo muchos medicamentos para el dolor, pero después de varias horas de vuelo, el dolor se ha expandido de su nariz a su cabeza. Eso, más el hecho de que la gente lo mira sin disimular ni un poco ante su condición, empeorando su ansiedad. Que vamos, si tiene la nariz hinchada, con un parche encima y los contornos morados y negros, pero no es un alíen. Lucas aborda un taxi y disfruta por un momento que en ese lugar el deporte no sea tan famoso, por lo tanto no hay muchas personas que puedan reconocerlo. Así que se acomoda y disfruta del viaje hasta la casa de Marley.
La fachada es ligeramente diferente a como él la recuerda. Lo atribuye a que ha pasado un tiempo desde la última vez que fue a visitarla y eso lo hace sentir como el peor hijo del mundo. Después piensa que es culpa de la liga, con su agenda llena, con partidos y eventos apenas tiene tiempo para respirar. Si no estuviera atado a un maldito contrato, quizá las cosas serían diferentes.
El mariscal tira de su maleta mientras sube los escalones hasta la entrada principal. El jardín es precioso y está acomodado pulcramente, con rocas delineando el camino. Hay algunas rosas de colores junto al ventanal que da a la sala, cosa que le resulta extraña porque Marley no es precisamente la mejor jardinera. Incluso su madre solía bromear diciendo que era una fortuna que Lucas pudiera comer y beber por su propia cuenta.
Navarro abre con su propio juego de llaves. Entra por el pequeño pasillo hacia la amplia sala del lado derecho. Al fondo está el comedor, detrás de este hay una puerta corrediza que da a otro amplio jardín. Del lado izquierdo, frente a la sala está el estudio de Marley, después las escaleras que dan al segundo piso y al final, la cocina donde puede escuchar el sonido de alguien preparando algo que huele demasiado bien. Solo entonces es consciente de lo hambriento que está.
Para la sorpresa del mariscal, de la cocina no sale Marley, sino una mujer que no había visto antes. Es casi tan alta como él, tiene un largo cabello castaño claro que le llega a la cintura. Está usando unos jeans azules con una camisa blanca holgada y un mandil rosa. Tiene manchas de harina en la mejilla y un poco en el cabello. Entre sus manos tiene un bowl azul donde bate una especie de mezcla. Lucas se queda inmóvil sin comprender qué pasa, preguntándose si entró a la casa equivocada.

-¡Lucas! Cielos, ¡qué sorpresa! -la mujer deja el bowl en la cocina y se limpia las manos en el mandil antes de caminar hacia él- Marley no sabía que vendrías, ¿verdad? No lo creo, ¡se habría emocionado muchísimo! Oh, lo siento, ni siquiera sabes quién soy. Me llamo Ana, trabajo con Marley.

-Ah, vaya sí... eh, mucho gusto.

-Dios, eres mucho más guapo en persona, aunque eso no se ve muy bien. ¿Te duele?

-¿Eh? Ah, eh, no demasiado.

-Estábamos tan preocupadas cuando vimos el partido, si Marley hubiera podido subir a un avión, te aseguro que te habría visitado.

Lucas asiente, incómodo. La verdad es que no sabe bien cómo comportarse con gente a quien no conoce y con quien en definitiva no esperaba encontrarse en un ambiente familiar como ese.

-Oh, lo siento, ¡lo siento! Estoy hablando demasiado. No sabes lo emocionada que estaba por conocerte. Marley está arriba en su cuarto, tuvo una sesión de quimioterapia hace dos días así que no se encuentra muy bien.

-Bien, yo, eh, iré a verla.

-Claro, adelante.

Navarro le regala una sonrisa torcida antes de subir las escaleras. No recuerda haber escuchado antes el nombre de Ana. Con cautela abre la puerta en la habitación de Marley asomándose primero hacia adentro. Su madre está recostada leyendo y cuando lo ve, el corazón de Lucas se estruja dentro de su pecho. Ya no tiene cabello, su piel luce mucho más pálida y el cansancio está marcado en cada rasgo de su rostro que de alguna manera se suaviza cuando lo mira. Luce tan pequeña y frágil, tan débil e indefensa.

Tiempo FueraUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum