1.4

941 116 11
                                    

Tyler despierta esa mañana porque su celular no deja de sonar con nuevos mensajes que llegan uno tras otro. Suelta un quejido cuando abre los ojos e intenta enfocar el techo. Hacía mucho tiempo que no tenía una resaca como esa y es que tal vez la edad le está pasando factura, porque siente que es mucho peor que antes.
Se las ingenia para tomar el celular y entre cierra los ojos cuando mira la pantalla porque el brillo le lastima y hace que ese terrible dolor de cabeza empeore. Su pantalla está llena de notificaciones con el mismo mensaje de diferentes contactos: ¡Feliz cumpleaños!

-Si, si- poco interesado, deja el teléfono en el colchón a su lado después de silenciarlo.

Sabe bien que es su cumpleaños. No le interesa. Nunca le interesó en realidad, pero Lucas siempre organizaba una fiesta gigantesca en la que se aseguraba de que todos supieran que era su cumpleaños. Después de que el mariscal se fue, la gente seguía esperando una fiesta y él la daba solo para que lo dejaran en paz. Y por el alcohol. Porque era el único día en que podía embriagarse sin ser señalado, sin ser cuestionado. No es saludable. Es de los pocos hábitos que aún mantiene, como el tomar café todas las mañanas. Eso también se lo debe a Lucas.

Como puede se levanta e ignora los mareos cuando camina por el pasillo hasta el baño. Gime por lo bajo cuando ve su reflejo en el espejo, porque se ve terrible. Tiene que arreglarse pronto porque su familia llegará en cualquier momento y lo tomarán 'por sorpresa' como lo hacen cada año. Por eso toma una ducha, se viste lo mejor que puede con unos jeans gastados y una playera azul ajustada, unos tenis converse y un pesado reloj de plata.

Veintisiete años. Cinco años en la NFL. Dos años sin Lucas. Hay días buenos. Hay días en los que se siente un hombre invencible, en los que no extraña a nadie y está listo para devorarse al mundo entero. Esos días no son muy constantes porque después vienen los días malos. Días, como su cumpleaños, en los que la ausencia de Lucas se vuelve mucho más fuerte. Días en los que se siente roto, con un vacío tan grande que a veces no sabe como es que puede seguir caminando.

El timbre suena y Tyler suspira listo para colocarse una máscara. La del joven famoso y millonario que tiene la vida resuelta y que no se siente como un miserable todos los días. Rivera abre la puerta y la primera en entrar es Allison que se arroja a él rodeándolo con sus brazos. Ha crecido mucho, aunque le llega un poco más arriba del abdomen.

-Feliz cumpleaños, Tyty- dice ella con voz suave mientras mueve las manos.

Si hay algo de lo que el 46 se enorgullece, es de haber podido parar todos los tratamientos y estudios que Allison necesitó para llegar a ese momento. Pensó que nunca podría escuchar su voz, pero ahí está ella. Habla de forma extraña, arrastrando las palabras y a veces su lengua se enreda. No le importa. Ella puede hablar ahora y es lo único que le interesa.

-Gracias, oruga- dice él y le acaricia la cabeza con suavidad.

El siguiente en entrar es Ángel. Él ha crecido mucho más y le llega al hombro. Es un adolescente con acné en las mejillas y en su cuerpo se ven los indicios del ejercicio que ha comenzado a hacer. Le sonríe, mostrando unos bráquets que él también pagó y lo abraza de la misma forma.

-Feliz cumpleaños, hermano.

-Ey, alguien está yendo al gimnasio más tiempo- Tyler le toca los brazos exagerando. Ángel se ríe y se aparta.

Al final entra su mamá. Su cabello es negro, pero comienza a tener cabellos blancos adornándolo. Luce mejor ahora, desde que el defensivo cubre la mayor parte de sus gastos y parece que el divorcio le sentó muy bien porque no luce más cansada ni deprimida. Ella lo abraza y Tyler siente una paz momentánea, una clase de alivio que lo llena en ese día.

Tiempo FueraWhere stories live. Discover now