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-No puedo creer que Lucas hiciera eso- dice Sam mientras sube los escalones.

-Es muy listo. Ya sabría que vendría- detrás de él, Carlos sube con la misma tranquilidad, un poco más acostumbrado a la situación.

- ¿Esto había pasado antes?

-Cuando volvió después de los escándalos y todo eso. Creo que fue el peor episodio depresivo que ha tenido.

- ¿Y como haces que se sienta mejor? -ambos se detienen frente a la puerta del mariscal.

-No lo haces. Solo lo acompañas mientras está ahí, que sepa que no está solo. Estamos tan acostumbrados a animar a las personas. Cosas como 'no llores' 'no estés triste' 'vendrán cosas mejores' pero a veces no se trata de que los demás estén bien, sino de acompañarlos mientras están mal. Está bien estar triste, está bien llorar. A veces solo necesitan que alguien los acompañe hasta que puedan estar mejor.

-Diablos, soy tan afortunado de que estés conmigo.

Sam lo mira con detenimiento, maravillado. Eso provoca que se le suba la sangre a las mejillas y una sonrisa boba se forme en su rostro.

-Bien, ahora tendrás que forzar la puerta.

- ¿Qué? Lucas le quitó las llaves al portero porque no quiere que entremos.

-Y es evidente que olvidó con quien está lidiando. Anda, con todos esos músculos no creo que sea muy difícil para ti- Sam mira la puerta, dudoso- ay, vamos. Aquella noche en mi casa parecías muy decidido a romper la puerta- dice con una sonrisa pícara.

-Es diferente, estaba muy ocupado en otro asunto- responde de la misma forma cuando sujeta el picaporte de la puerta y la empuja con el hombro.

-Más fuerte.

-Ahora tú suenas igual que esa noche - dice riéndose. Carlos le da un suave golpe en el hombro sonriendo también. Samuel usa un poco más de fuerza y la puerta cede.

Adentro todo está en silencio y solo Dino sale para saludarlos moviendo sus patitas como si se tratara de un baile, corriendo de la sala a la habitación de Lucas. Carlos inhala y entra seguido de Samuel. Ambos encuentran un bulto debajo de las cobijas que apenas se mueve ante el sonido de sus pasos. Carlos se sienta con cautela en la orilla de la cama, junto a ese bulto. Samuel lo había llamado el día anterior porque no lograba localizar a Lucas. Después de lo que sucedió, el mariscal se había aislado de todos y Carlos sabía la razón. Hacia eso cuando caía en depresión, y él sabía muy bien cómo lidiar con todo eso.

-Lulu- Carlos le habla con tanta suavidad como le es posible e intenta bajar las cobijas que cubren su cabeza, pero el mariscal se aferra a ellas.

-Vete.

-Sabes que no me iré, hormiguita. Todos estamos muy preocupados por ti.

-Estoy bien- es lo que dice, aunque no suene para nada bien. Su voz es rasposa y sorbe la nariz con frecuencia.

-Bueno, esa es la mejor mentira que has dicho. De todos modos no me iré, Lulu. No hasta ver ese lindo rostro tuyo.

Navarro baja las cobijas y deja al descubierto su demacrado rostro. Con marcas negras debajo de los ojos, una mirada vidriosa y enrojecida por las lágrimas y la nariz irritada por limpiarla con frecuencia. De pronto parece el mismo joven que conoció Carlos hace tantos años atrás.

-Mi querido Lulu- Carlos le acomoda el cabello con suavidad, igual que un padre lo haría con su hijo.

-Todo fue mi culpa.

- ¿Por qué dices eso?

-Tyler me protegió. Está herido por mi, porque yo no sabía qué hacer y...esa bala era para mi. Todos lo saben.

Tiempo FueraWo Geschichten leben. Entdecke jetzt