Se había dado cuenta de que ella se había ido de la fiesta porque, tan absorto como estaba mirándola, la vio salir por una puerta lateral, y cuando sus padres se preocuparon al no encontrarla, se ofreció a ir a ver qué había pasado. En secreto, quería pasar un tiempo a solas con ella.

Su Maestro le había dado permiso para ir, sabiendo en el fondo que su Padawan quería dejar esa fiesta aunque fuera un rato. Él también lo haría, si pudiera.

Así que, todavía tenía que darle un informe, y encendió el comunicador.

—Ella está bien pero quería un poco de aire fresco —le dijo al dispositivo, bajo su mirada—. Dile a sus padres que me quedaré con ella para asegurarme de que esté a salvo.

La comunicación terminó y él volvió a colocar su comunicador en su cinturón. Entonces sus ojos curiosos se posaron en ella de nuevo.

—¿Qué estabas haciendo aquí? —preguntó, caminando hacia ella.

Se paró a su lado en el balcón, observándola desde su altura, era unos centímetros más alto, esperando una respuesta.

—Quería ver las estrellas, pero —resopló y señaló el cielo con la mano—, ¡con todas estas luces y contaminación, son imposibles de ver! —se quejó.

Henry miró hacia arriba. Nunca había sentido la necesidad de observar las estrellas como pasatiempo, viajaba con su Maestro por la galaxia haciendo misiones y visitando las estrellas que ella tanto deseaba ver, eso era todo para él.

—¿Lo haces en tu casa?

Ella asintió.

—Tenemos un amplio patio trasero, me gusta sentarme en el césped y mirar las estrellas —le dijo, ansiosa por hablar con alguien que mostrara un interés genuino en sus pasatiempos—. Trato de contar cuántas estrellas fugaces encuentro.

—¿Cómo es tu planeta natal? —preguntó, interesado—. He estado en muchos lugares pero nunca en Gaia.

—¿Has estado alguna vez en Naboo o Alderaan? —preguntó Charlotte.

—Solo en Alderaan una vez, a Naboo solo lo vi en imágenes.

—Bueno, pues en Gaia tenemos un ecosistema parecido, pero también tenemos desiertos como en Tatooine, y nuestro planeta está dividido en dos continentes con varios océanos.

—Suena como un lindo lugar —comentó.

—Lo es —confirmó ella, sonriéndole brillantemente.

Pero luego su sonrisa se desvaneció y suspiró, mirando hacia el cielo sin estrellas.

—Tenía la esperanza de encontrar mi propio planeta allá arriba, pero no puedo —dijo decepcionada.

Henry se sintió mal por ella y tuvo una idea. Él era su guardaespaldas, así que no había problema si iban a otro lugar para que él le mostrara algo que estaba seguro le gustaría y le levantaría el ánimo.

—Tal vez puedo enseñarte algo que de seguro te gustará —reveló.

Ella le envió una mirada extraña, indicándole que elaborara. Como respuesta, el chico extendió su mano hacia ella y movió los dedos, invitándola a tomar su mano.

—Sígueme —pidió.

Ella lo miró y luego a su mano extendida, pero se encogió de hombros y la tomó. Él era un Padawan Jedi, a ella le habían enseñado que eran personas buenas y pacíficas, y este chico le había demostrado ser amable y dulce. Ella podía confiar en él.

Él le sonrió y comenzó a alejarse, llevándola con él de sus manos unidas.

Volvieron adentro y, por un momento, ella temió que él la hubiera engañado para llevarla de regreso con sus padres, pero se sintió aliviada cuando él tomó un camino diferente.

Mis Chenry One-ShotsWhere stories live. Discover now