Capítulo 40

4.8K 550 114
                                    

Capítulo 40| Celos, malditos celos


Yo me encontraba aún mascullando contra el idiota de Stone, todavía sin poder creer de lo que fue capaz. ¿Cómo se le ocurrió que podía hacerme a mí algo así?

Es que se le fundió el cerebro por el calor, porque no hallo lógica a lo que se le ocurrió. ¿Cómo me va a poner a mí a exponer en medio de un montón de especialistas? Me engullirán, luego regurgitarán y por último bailarán sobre mis restos.

Tenía pánico escénico, hasta ahora es que solo puedo hablar más o menos en público había empezado a claudicar un poco el terror. Al menos ya no vomitaba antes de exponer, pero seguía siendo un desastre. Yo estaba a un nivel nunca antes sentido de nerviosismo. Aquí había gente de todas partes del mundo.

Era un tema que entendía, lo admito, pero es que apenas algunos de esos tutores me miren de forma fea, voy a quedar tiesa, se me va a olvidar todo y seré una vergüenza que perdurará hasta el día en que me muera.

Las ponencias continuaron y yo casi no le presté atención a lo que dijeron. Todo por culpa de ese regalo tan maravilloso que me dio el imbécil de mi jefe.

Lo miré, estaba en su asiento casi que ignorando a los demás a su alrededor, en su propio mundo y yo quise decirle sus verdades, pero no pude. Solo lo vi como la acosadora que me había convertido.

Hoy estaba más guapo que nunca. Llevaba una camisa de botones color azul casi blanco, vaqueros color negro y sus infaltables botas. Además del cabello recogido. Por nuestro trabajo, muy pocas veces lo he visto llevar cosas que no sean nuestros uniformes. A pesar de que él podía usar ropa casual en sus jornadas de día, prefería vestirse con kimono médico. Aunque no lo culpaba, era más cómodo.

No sabía qué hacer y estaba consciente de que no podía escaquearme de ello. ¿Cómo hacerlo? Si ya el organizador lo sabía y me daba vergüenza de quedarle mal.

Estaba hablando un residente de tercer año de cirugía cardiotorácica. Cuando lo miré afuera, pensé que era un estudiante de pregrado de medicina, pero me quedé estupefacta al ver que era un muy joven casi especialista y que estaba a nada de formar de la sociedad europea de cardiología porque su tema de tesis sirvió para investigar algunas cosas nuevas.

¿Por qué había tantos prodigios y yo no podía haber sacado eso?

Explicaba unas nuevas guías de cardiopatías congenitas. Lo hacía con una seguridad que yo deseé. Era tan joven y parecía tan emocionado. Incluso era lindo.

Las chicas a mi lado parecían embelesadas y yo lo detallé, era atractivo, pero había descubierto que me gustaban hombres más mayorcitos. Sí, así quedé de jodida.

Al terminar su ponencia, todos aplaudieron. Era la última del día, todavía quedaban dos jornadas más y luego volver a mi vida real. Si es que sobrevivía al día de mañana. Porque creo que voy a morir esta noche.

No sonaba mal, me escaquearía de eso.

Me levanté de mi asiento y salí del auditorio. Yo quise escabullirme, pero me fue imposible. —Doctora.

Aquí estaba de nuevo la criatura de mis angustias. —Doctor.

—¿Qué te pareció el primer día? —preguntó Stone.

Verlo exponer de esa forma tan segura y hermosa hizo cosas locas dentro de mí. —Estuvo bien.

—Dentro de una hora te quiero en el restaurante.

Eso sí que no.

—No creo que sea buena idea.

—Soy el tutor que te va a evaluar, así que sí, debemos vernos. Tienes que llevar tu computadora. Te ayudaré a armar tu seminario.

Malas EnseñanzasWhere stories live. Discover now