Capítulo 20

6.1K 538 26
                                    

Capítulo 20:

Por una sonrisa

Tenía guardia nocturna y contaba las horas para que la noche acabara y poder llegar a mi camita a descansar. Y no era ni siquiera medianoche. Ya me encontraba cansada y quería dormir a pierna suelta. Aparte no había mucho movimiento en el hospital, pero todavía era como muy pronto para acostarme cuando apenas llegué hace unas pocas horas para trabajar.

Esto era lo único que no me gustaba de mi carrera.

Si te ponías a hablar con aquel estudiante vicioso y come mocos te diría que es lo mejor del mundo. Pero no lo es, puedo amar mi carrera, pero también me gustaba dormir. Lo único por lo que lo hago esto es porque me encanta ayudar a la gente. Y escuchar el agradecimiento de una persona luego de ayudarlo era lo que me hacía quedarme pese a que una de las cosas favoritas después de la primera que es dormir.

Me hacía recordar cuando era niña, que yo veía esos médicos haciendo su trabajo, soportando a alguien berrinchudo como yo. La paciencia que me mostraban, son y por siempre serán mis héroes. Admiraba a todos ellos.

No seguí pensando en ello cuando abrí mi casillero para sacar un paquete de galletas que debía tener en mi bolsillo para no desmayarme por las horas que no comería. En ese momento me encontré con la nota de la rosa que encontré hacía unos días atrás. Y el misterio de quién podía ser seguía allí.

Elijah casi que se murió cuando le conté. Él dijo que tenía que ser el cirujano que conocí, pero yo lo veía improbable. No lo podía creer. Ahora está emocionado porque según él yo tengo un admirador secreto.

Nunca en la vida había tenido uno, así que no me puedo quejar, la verdad. Se sentía lindo pensar en que era el interés de alguien. Aunque no es como si se me hubiese declarado, solo me dijo "felicidades" ¿Por qué? ¿Por sobrevivir a la residencia, al examen o a Stone? Eran un sinfín de posibilidades.

Cerré el casillero y salí del cuarto de residente. Al emerger me encontré con Stone que revisaba su teléfono. Hoy tenía un uniforme negro, como su corazón, supongo que estaría como emergenciólogo.

—Ya te estabas escabullendo para dormir —fue lo único que me dijo.

—Creo que lo dice por usted, que esperó a que saliera para dormir. No crea que no lo vi.

Resopló. —Estás tan llena de mierda.

—Ya le dije, viene con el paquete.

Sabía que no debería tener esta confiancita con él. Pero me gustaba molestarlo. Daba risa como se crispaba cuando le fastidiaba la paciencia como siempre. El pobre tenía que soportarme siempre.

—Cuando te vi el primer día pensé que eras la estudiante callada y que solo hacía caso a lo que yo diría.

—Estaba muda porque usted da miedo.

Me miró como si no entendiera mi idioma. —¿Miedo?

Asentí. —Sí, miedo. Pero luego descubrí que perro ladrador, poco mordedor.

—No sé cómo te soporto —casi solté una carcajada sonora, pero eso atraería a la gente y eso no era bueno—. Está atenta, sé que no hay muchos casos, pero no puedes dormir.

Quise susurrar un "puto", pero me lo ahorré.

Me fui a ver qué podía hacer y no encontré nada en lo que pasar el tiempo. Me senté en el stand de enfermeras y ahí comencé a revisar mis pobres redes sociales que tenía abandonada desde hace un tiempo.

La primera imagen que vi en mi cuenta de Instagram casi me hizo tener arcadas. Era mi hermana menor, en una pose de ballet que nunca podría imitar, ni aunque intentara. Abajo una descripción de una frase que seguramente se robó de internet y más abajo aún un comentario de mi madre diciéndole que la amaba mucho. Lo único que hice fue darle me gusta y pasar a ver las cosas que estaban ahí.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora