Capítulo 3

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Capítulo 3:

Perseverar es de valiente o estúpidos

Llegué a mi casa luego de mi guardia. Todos y cada unos de mis músculos dolían como una perra fría. Se sentía como tener influenza, estreptococos y ckikungunya al mismo tiempo.

No sé cómo he aguantado este último mes.

Me arrastré a la ducha y me bañé casi que sentada en el suelo. No sé ni siquiera cómo lo logré, solo caminé como alma en pena y terminé el proceso de puro milagro.

Tenía ganas de vomitar y muchas nauseas, pero el estómago cerrado. Sabía que era que no había comido en las últimas horas y por eso me sentía así de débil y cansada.

Pero es que la guardia estuvo dura. Fueron veinticuatro horas de puro sufrimiento. Las primeras doce estuve al lado del insoportable de mi jefe en el que se encargó de recalcar todo lo que hacía mal o que me faltaba y las otras doce estuve yo sola, pero fue una noche lluviosa y hubo un accidente de cinco autos a los que no mantuvo moviéndonos como desesperados para estabilizar a nuestros pacientes.

Al menos nadie partió de los que atendí, pero a Eli si.

Estaba triste y se fue apenas dijeron que terminó nuestro turno. No habló casi nada en las horas restantes de la guardia y se refugió en su soledad. Me daba mucha cosa verlo así de lastimado ya que era súper animado, pero sabía que era fuerte y que podría sobrellevarlo.

Yo por otro lado sería otra historia.

Cuando termine mi baño del demonio me tiré en la cama como si fuera la tierra prometida y no me cambié siquiera el albornoz, solo me dormí que era lo único que deseaba.

Diez horas más tarde me desperté, sí diez horas. Me sentía repotenciada, pero mareada a más no poder. Mi roomie no había llegado a casa y me fui directa a la cocina a prepararme algo para comer y reponer carbohidratos. Mi pobre hígado (1) debía estar pidiendo perdón tratando de mantenerme con vida

Tomé una hogaza de pan integral mientras la comida se preparaba y se sintió como el cielo. Nunca el pan fue tan maravilloso como este momento.

Preparé la ensalada, papas salteadas y un poco de pollo asado. Quería comerme una pizza grasienta, pero sabía que no era momento. Que tenía mi día del mes para ello.

Ese régimen lo que me había mantenido con vida todos estos años.

Pensé en mi vida antes del diagnóstico de mi enfermedad, comía todo lo que pasaba por delante y no me importaba más que ser feliz. Pero luego las cosas se pusieron un poco locas y aquello que me encantaba, pasó a otro plano.

Aunque le veía el lado positivo, pude morir. Y las comidas deliciosas las disfrutaba más cuando pasaba el tiempo, ya que no era una constante.

Estaba sentada en el desayunador cuando escuché la puerta abrirse. Mi compañera ni siquiera se dio cuenta que yo estaba en el radar y pasó directa a su habitación con el tipo con el que se encontraba ese día. Yo sabía que sería una larga noche y tendría que usar mis audífonos para callar cualquier detalle que no quisiera escuchar.

En serio, es como oír porno. No estaba deseosa de eso. A menos que yo fuera la que lo estuviera practicando.

Terminé de comer y fui a mi cuarto, me cambié por una ropa deportiva y decidí salir a caminar. Me ahorraría en problemas por unas horas y le daría privacidad a la mujer.

Compré un trozo pastel de chocolate en una panadería y no me extrañó cuando llegué a casa de Eli, la puerta de entrada del edificio estaba abierta y pasé.

Malas EnseñanzasWhere stories live. Discover now