Capítulo 4

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Capítulo 4:
Tirar piedras sobre tu propio tejado

La mañana siguiente me sentí mejor. Había aprovechado de dormir lo que quedaba de día y esas horas de sueño obraron en mí de la mejor manera. Estaba repotenciada. Como nueva. Me sentía capaz de todo. Era la capitana de mi destino.

Hice mi comida y todo organicé en mi pequeña mochila táctica. Mientras desayunaba noté como salía de la habitación de mi compañera, su no sabría cómo decirle porque ella traía uno a casa diferente cada día, amigo.

-Buenas -dijo.

Yo alcé mi vaso en señal de reconocimiento y luego se fue.

No es como si esto no hubiese pasado antes.

Yo como que admiraba eso de ella. Hace mucho no tengo de este buen sexo que te alborota el cuerpo y el deseo. Los exámenes finales y ahora mi residencia me han dejado con la mano y mi vibrador.

Eso era triste.

Ruby emergió de su habitación ya arreglada para ir al gimnasio. Me miró socarrona porque sabe que vi todo. -Es un compañero de trabajo -explicó.

-Aquí no juzgamos a nadie -ella rio mientras preparaba su batido de proteínas. Ahora que la veo, era todo lo que yo no era.

Ruby tenía el pelo corto tipo Bob, era tonificada y tenía un culo que sólo yo podría soñar. Hacía mucho ejercicio y además estaba preparándose para ser una abogada de renombre. Trabajaba en uno de los mejores bufetes de Toronto y poco a poco estaba escalando puestos.

Cómo qué yo tenía un enamoramiento con ella.

Nos conocimos hace unos dos años cuando estaba buscando apartamento. Su única regla era que no me metía en lo suyo, ella no se metía en lo mío. No ha sido tan malo, la verdad. La convivencia ha sido bastante genial. Es un cambio grande a los anteriores. He tenido cada compañero de habitación que ha sido loco y que prefiero olvidar.

-¿Cómo te va en la residencia?

-Horrible, cada día quiero retirarme.

-Bueno, ya falta menos. -le dio un trago a su batido-. ¿Algún doctor guapo como los de Grey's Anatomy?

Fue mi turno de reír. Pero todo cambió cuando me vino a la mente la imagen de Stone. Él era el doctor más guapo con el que he tenido que trabajar y podría protagonizar una serie médica si quería.

Sí, qué buen chiste. Él era tan dulce como un limón.

-Sí hay algunos bombones. Pero están casados o son gays.

-Bueno, qué viva el amor.

Terminamos de conversar y ella salió de casa. Yo luego de lavar mis dientes, recogí mi pelo en una trenza y me fui directa a mi trabajo Me sentía bastante animada, capaz de todo el día de hoy.

Hasta que llegué al hospital.

Me puse a revisar mi bolso de arriba abajo y hallé mi otro uniforme, estetoscopio y ORL, pero me faltaba algo importante. Importantísimo.

La bata.

Joder, Joder, Joder.

Anoche la había puesto a secar porque se manchó de todos los fluidos de los pacientes. Se me permitía no tenerla cuando era la guardia nocturna, pero de día Stone la pedía dentro de su código de vestimenta.

Sorpresa, él nunca lleva bata.

Me gustaría decirle lo mismo, pero sabía que me podría alguna penitencia, así que mejor callaba buscando mi muerte de forma natural. Pero ahora que lo pensaba, una bata en él debía ser algo complejo. Ya que esos brazos romperían cualquier tela en segundos. El pobre uniforme de él pasaba la de Dios es padre, seguramente eran hechos a medidas, porque esos brazos.

Malas EnseñanzasWhere stories live. Discover now