-¿Liah?- frunce el ceño, preocupada -. ¿Todo está bien? Me estás preocupando.

La miro y tomó una bocanada de aire. Debía decirle, hablamos del reino que gobernaba su familia y además era reina del pueblo con el cual estaba teniendo luchas.

-El reino... Es el de Calanthe.

Murmuro, aún cuando ella escucha claramente.

Deja la cuchara a un lado y me mira atentamente. Espera una explicación y no sabía por dónde empezar. Habían muchos temas, desde muchos años atrás y que ahora habían salido a relucir con mucha más insistencia y dureza.

Esmeralda estaba subiendo al trono y solo estaba causando más problemas. Había ido a hacer una visita, hace unas semanas atrás. Hablé con el rey, quedamos en acuerdo y luego Esmeralda rompió aquello. Como reina no podía quedarme de brazos cruzados y le hice saber mi descontento con su movimiento precipitado. Quería extender su reinado a la fuerza. La frontera se movería acortando nuestra fortaleza. Era imposible permitirlo.

-La futura reina Esmeralda ha querido aumentar su reino- hablo mirándola -. No tengo problema con ello, pero ha decidido hacerlo a la fuerza contra nuestra frontera. Sin mi consentimiento o si quiera comentarlo conmigo. Ha tomado pequeños pueblos allí. No puede hacerlo así a lo ligero. He demostrado mi poca felicidad ante aquel movimiento. Las tropas se están moviendo hacia allá. No podemos permitir que lo haga. Si ella lo consigue, los demás reinos querrán hacerlo y quedaremos hechos nada. Nuestro ejército es grande y poderoso, pero no infinito. No pienso arriesgar mucho y contraatacaré si es necesario.

Hablo cada detalle importante que ella debe saber.

-Esmeralda...

La escucho murmurar negando. Se veía algo afligida por la nueva información acerca de su propia hermana.

-Siempre te quiso como esposa. No me es extraño que se mueva por celos o enojo. Pensaba que sería reina de Evigheden y Calanthe.

Confiesa con su voz muy baja. Parecía que no lo hubiera querido decir en voz alta, pero escuche todo muy claramente.

-Se ha equivocado de gran manera.

El postre llega, haciéndonos guardar silencio.

Compartimos un pequeño pedazo de dulce de frambuesa. El postre favorito de Luna después de las fresas con chocolate. Lo amaba y cada vez que podía lo comía, así que normalmente lo pedía para nuestro postre en las cenas. Podría decir que se estaba haciendo uno de mis sabores favoritos, pero sabía que el puesto número uno de fanática por aquel sabor sería Luna. Prefería mil veces probar ese sabor desde sus labios.

-¿Damos un paseo?

Comenta, terminando de comer y limpiar sus labios.

Suspiro, perdí tiempo en no limpiarlos yo misma. Estaba sumergida en mis pensamientos acerca de la próxima guerra. Sería imparable, Esmeralda quería dar pelea y la iba a dar. Pero no pensaba quedarme sentada viendo como mis tropas caían poco a poco. Si era necesario iría allí y dejaría todo aquí en manos de la persona que confío ciegamente. En Luna.

-Por supuesto.

Me pongo de pies, luego me acerco a ella y le extiendo mi mano. Ella lo toma y me sigue fuera del comedor.

-Daremos un paseo, los caballos.

Pido al guardia de la puerta trasera.

El asiente y corre para acatar mi orden. Luna apoya su cabeza en mi brazo y me veo en la obligación de darle un poco de cariño que había restringido yo misma. A veces, por mi poco afecto a los demás, olvidaba tratarla como lo merecía siempre. Cuando despertaba de aquella mala educación, me sentía mal y le pedía perdón aún cuando ella no entendía el por qué. Decía que no era necesario siempre estar juntas como dos caramelos. Podíamos tener nuestra distancia, pero tampoco tan lejana. Además, entendía que ambas teníamos puestos importantes que ocupar y nuestras cabezas estaban llenas de diferentes tema. Ella aceptaba que, al igual que yo, olvidaba darme las buenas noches o los buenos días.

Nuestra relación estaba siendo muy graciosa. Así decía mi madre y Oxford. Suspiro recordando que Oxford tuvo que cumplir con sus obligaciones y debió volver a la guerra. Aún que le había subido de puesto y ahora no estaba donde el fuego consumía a las personas a cada nada.

Estaba a salvo. Después de todo, estaba esperando a un hijo con su esposa. Se había propuesto sentar cabeza y lo estaba haciendo muy bien.

-Los caballos están preparados para ustedes, los esperan en el establo.

Informa el mismo guardia.

Luna agradece y nos dirigimos hasta allá. Allí se encontraba Trinidad y su nueva yegua, Princesa. Eran inseparables y lo aprovecharíamos para poder sacar potrillos grandes y fuertes como Trinidad y agilidoso como su madre.

Luna beso mi mejilla haciéndome volver al presente. Sonreí hacia ella. La ayude a subir a su nueva yegua y luego subí con facilidad en Trinidad. Se contento en cuanto nos vio. Me he puesto un poco celosa al verlo estar mucho más animado con Luna que conmigo, que soy su dueña desde que nació. No podía creerlo.

-No estés celosa, Su Majestad.

Dice, riendo. Luego galopa su yegua y sale corriendo.

Rió yendo detrás de ella. Sería una tarde larga y divertida. 







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Nota de la autora:

Buenas buenas, aquí el capítulo del día.

Un poco corto el capítulo de hoy, pero es porque he estado un poco ocupada esta semana pasada. Aún así, no les he olvidado <3

Espero que les guste.

Dejen sus comentarios si así es.

No olviden sus votitos.

Sin más que decir.

Nos leemos en el próximo capítulo.

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