Con fuerza la levanto en mis brazos y la llevó a la habitación. La dejo en el piso y nuestras bocas no tardan en marcar el mismo ritmo que anteriormente. Sus manos tomando mi camisa negra con fuerza, llevándome contra su cuerpo. Mis manos se quedan, pegadas, a su pequeña cintura.

Damos pequeños pasos, hasta que siento como impacta contra la cama. Ambas la miramos. Luego, su mirada se dirige a la mía y sonríe nerviosa.

-No haremos nada que no quieras, mi Luna. Puedo esperar mucho, por ti. Podemos ir a ver el atardecer...

La tranquilizo acariciando el contorno de su rostro. Mantenía una sonrisa tranquila en mi rostro sabiendo que debía mantenerme serena para que ella también lo estuviera.

-Quiero... quiero hacerlo contigo.

Su mirada recorre mi camisa arrugada por ella misma. Vuelvo a sonreír escuchando sus palabras.

-¿Segura? No habrá vueltas atrás...

Ella asiente segura de su decisión. Realmente no quería apresurarse, ni que pensará que me había casado con ella solo para adquirir permiso de su cuerpo.

-No me asustes más.

Susurra. Rió y niego lentamente bajando mis manos a su cintura.

-Lo haremos despacio, todo a tu paso, ¿te parece?

Ella vuelve a asentir.

Dejo pequeños besos en su labios. Haciendo que entre en confianza y el momento se torne un poco más caliente.

Mis manos se dirigen al cierre de su vestido, me separo y la miro.

-¿Puedo?

Mira mis ojos y asiente dejando salir un suspiro nervioso.

Volviendo a besarla, despacio bajo su vestido. Lo deslizo por su cuerpo con cuidado y contemplando cada parte de su cuerpo que queda a mi vista. ¡Era más que perfecta! ¿Qué había hecho para merecer a alguien como ella? No solo era bella físicamente. No, claro que no. Su manera de ver el mundo era totalmente innovador, asombroso e increíble. La hacía ser tan inteligente y brillante. Había aportado muchas ideas al pueblo y todos quedaron encantados con los cambios. No podía hacer más que agradecerle. Había escogido la reina perfecta para mi pueblo y para mi corazón.

Logro notar muchos lunares en su cuerpo, dejando aún más encantada. Si eso era posible. Parecían constelaciones en todas partes. Algunos eran rojizos haciendo que resaltarán más. Llevaba un sostén negro al igual que su braga, pero eso fue lo que menos me importó. No podía dejar de ver cada pequeño pedazo de su cuerpo. Estaba embrujada.

Por alguna razón, se vio incómoda e intento cubrirse. La mire y entendí que había pasado mucho tiempo contemplando su cuerpo en silencio. Que miedo, ¿no?

-Tranquila, Luna eres muy hermosa. Tu eres perfecta. Soy muy afortunada de tenerte. Aún que, debemos estar a la par, ¿no?

Empiezo a desabrochar mi camisa con descuido, pero sus manos pequeñas toman las mías deteniéndome. La miro confusa, luego las aparta y empieza ella a desabotonar uno por uno con mucha paciencia. Sonrío mirando y sintiendo cada pequeño movimiento que hace. Por pocos segundos sus dedos hacen contacto con mi cuerpo haciéndome cosquillas. Rió por lo bajo, ella me mira.

-Es que me haces cosquillas.

Explico, cuando termina y quita la tela de mi cuerpo.

Ahora es ella quien examina mi cuerpo con detenimiento. Me miro a mí misma recordando que llevo puesto un tipo de sostén mucho más apretado que el normal. Hacía parecer que no tuviera pechos, pero sí que los tenía. Ella, sin miedo, acaricia mi abdomen. No hacía mucho ejercicio, pero siempre me mantenía en forma y mi cuerpo reflejaba todo aquello. No podía darme el lujo de volverme torpe y pesada. Los combates y guerras siempre me exigirían y no podía descuidarme. Ahora, Luna podía apreciarme cuanto y cuando quisiera.

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