63: Sr. & Sra. Oschner

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Colin se terminó de acomodar su camisa blanca dentro de su pantalón negro, frente al espejo de su recámara, a continuación, giró para recoger su moño negro que estaba sobre la cama

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Colin se terminó de acomodar su camisa blanca dentro de su pantalón negro, frente al espejo de su recámara, a continuación, giró para recoger su moño negro que estaba sobre la cama.

En ese momento, Eugene llamó a la puerta, y, cuando la abrió sin esperar autorización para hacerlo, sus ojos se encandilaron con la verdad: su mejor amigo se estaba a punto de casar. Hizo lo necesario para que ni una lágrima se asomara a su mirada, sabía perfectamente que Colin se pondría más nervioso al verlo llorar, y, como caballero de honor no designado, debía hacer lo necesario para que el novio se sintiera tranquilo.

—Te ayudo —le dijo.

—No. —Colin regresó frente al espejo para ponerse ese moño.

Eugene se adentró al círculo de sal.

—Vaya —dijo con un tono exagerado.

—¿Qué? —sonaba malhumorado, no estaba malhumorado, estaba desproporcionadamente nervioso, y tenía muchas ganas de llorar porque, en el pasado, jamás se hubiese imaginado estar vistiéndose para su boda.

Su. Boda.

—Que te afeitaste.

—Ja —trató de reír.

—¿Por qué lo hiciste? Te veías más auténtico con la barba de vago —se acercó, decidido—. Déjame ayudarte con tu moño. Se supone que eso es lo que los hermanos hacen en un día tan especial como este.

Colin accedió al final, bajó sus manos para que Eugene le colocara el moño, pues tenerlo así de frente iba a evitarle cualquier llanto, no quería llorar como un bebé delante de nadie. Eugene se concentró en ese moño.

—Entonces. —dijo Colin, mirando al frente. La diferencia de estatura entre los dos era bastante notable en ese momento.

—Entonces.

—Tuve que haberme dejado la barba de vago.

—Me pregunto si en unos años pasarás de barba de vago a barba de Santa. Ya sabes, como hombre casado que serás, deberás cambiar de estilo. ¿Tu cabello crecerá más o pasarás a cortarlo? —terminó con ese moño.

Colin volteó a verse en el espejo.

—Podría adoptar otro estilo.

—Bueno. Espero que jamás me cambies por un Wilson, Chuck Noland.

Colin rio, mirándose todavía. Se había quitado la barba, pero jamás se le ocurrió cortarse el cabello. Se había peinado completamente hacia atrás, tenía el cabello casi por debajo de las orejas. Seguía sin que se le ocurriera cortárselo. No podía pensar en el futuro, en otro estilo, aún no, si estaba viviendo el presente como nunca antes lo había hecho. No podía evitar imaginársela a ella frente a un espejo, luciendo su vestido blanco cuya textura él se moría por conocer. No habían hablado más allá que cuando ella le agradeció por las flores y por las fresas, sobre todo por las fresas. Pero él no esperaba que ella le escribiera esa tarde, si sabía que ella misma, sola, iba a arreglarse para su pequeña boda, no es como si ella tuviese una tercera mano con la que escribirle. Dios. Se le aguaban los ojos cada vez que se repetía que iba a ser esposo de la mujer más dulce y sencilla.

Las Cenizas De Emma© #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora