8: Pérdida

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Emma entró a la casa, anunciándole a todos los que habitaban en ella que Gennie la había llevado a comer pizza como brunch en un restaurante que no conocía y que, de ahora en más, solamente iban a ordenar pizza de ahí

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Emma entró a la casa, anunciándole a todos los que habitaban en ella que Gennie la había llevado a comer pizza como brunch en un restaurante que no conocía y que, de ahora en más, solamente iban a ordenar pizza de ahí. Bajó la cremallera de su chaqueta deportiva, y dejó la prenda sobre una consola de la entrada, junto con su bolso de yoga, y su tapete amarillo en el suelo. Apenas le respondieron. Su papá estaba ocupado contestando e-mails, y ella no le quiso interrumpir más de la cuenta; se asomó a la puerta de vidrio, mirando cómo Gael encestaba un balón en la cancha, estaban lejos, pero logró escuchar el grito de J.J., sin embargo, más fuerte se oyeron las risas de Olimpia.

—Hola —los saludó cuando llegó hasta ellos, tenía una mano como techito sobre sus ojos. El sol le encandilaba los ojos. Le saludaron, le preguntaron si quería jugar—. No, es que acabo de comer la mejor pizza del mundo.

—Emmy —J.J. habló con el balón en sus manos, tenía una gorra de los Nets al revés—, me parece una falta grave que no nos hayas traído una. No puedes venir y contarnos sobre la mejor pizza del mundo, y no traer contigo ni una sola migaja.

Gael rio, yéndose a sentar en un banco al lado de Olimpia. Estaba sudando mucho. No era el momento más idóneo para jugar bajo el sol que al parecer estaba furioso con el planeta. Emma sonrió, y ensanchó más su sonrisa cuando J.J. dijo que tenía una sonrisa cruel. No era cruel, ni siquiera estaba pensando en su comentario bobo, estaba sonriendo porque tenía dos hermanos geniales que habían sido, y seguían siendo, ladrillos en su proceso. Estaba convencida de que se encontraba de pie, viva, regresando del brunch después de la clase de yoga, gracias a su familia. Ellos la salvaron, pero ¿lo sabían? ¿Sabían que habían sido esa voz poderosa que silenciaba a la de su cabeza? Y con familia no se refería solo a esos tres hombres, sino también a Gillou, Faith, Bianca, incluso a Olimpia. Por supuesto, a Colin, él había sido una pieza importante, pero en diciembre había sido claro con él.

«—No quiero darte la responsabilidad de salvarme. Quiero que ahora seas tu única prioridad

Y esas habían sido de las palabras más difíciles de decir.

—Me voy —les dijo—. Le toca baño a Estela. ¿Quién me ayuda?

—Bueno... Emmy...—Olimpia miró a los otros dos.

J.J. le dio la espalda, encestando el balón. Y Gael dijo:

—Diviértete.

—Lo haré.

Porque, en realidad, no necesitaba ayuda, pues Estela era una niña obediente, curiosa e higiénica. Bañarla era una de sus actividades favoritas. En serio. La aseaba en la bañera de su baño. No había arañazos ni intentos de huida, hasta dejaba que le limpiara los dientes. Colin le decía a Emma que eso no era ser una gata, pero Colin sabía mucho de todo, pero su conocimiento sobre gatos era limitado. Le gustaban los perros, y mucho, quizá demasiado; cuando niño, deseó un perro con todas sus fuerzas, pero Bradley le había dicho que no podía tener uno porque los perros son un problema más para los adultos que deben sacarlos a pasear, en su lugar, le compró una cobaya que fue asesinada en manos, o garras, del gato del vecino cuando su abuela la sacó, y descuidó, mientras Colin estaba en la escuela. De acuerdo. Tenía sentido que Gael lo oyera decir que no era una persona de gatos, pero eso había sido antes de darse cuenta de que el amor de Emma por su gata birmana iba en serio.

Las Cenizas De Emma© #3Where stories live. Discover now