Mi madre había subido a su aposentos siendo vigilada por su ama de llave. No pensaba que se hiciera daño a sí misma, por lo que, preferí tomar cuidado de ella aunque ella no lo había pedido, ni sabía. Solo deseaba que no hiciera ninguna otra tragedia al perder al hombre de su vida y quién había estado para ella desde su juventud. Este momento era una tragedia para ella y era capaz de todo en este instante.

Por mi parte, compartía un momento en silencio junto a la Princesa.

-¿Sería mejor volver a mi pueblo?

La suave voz de Luna sale en un susurro poco audible. Pensé haber inventado sus palabras porque temía que las dijera desde que todo el suceso explotará. Sin embargo, ella me veía atenta y con una aflicción. Sabía que estaba triste por el ambiente, pero no porque conociera lo suficiente a mi padre como para sentir cercanía con él.

-¿Qué?

Ella humedeció sus labios, como cada vez que estaba nerviosa, y miro sus propias manos.

-Si debo volver a mi pueblo...

-¡No!- me retracto al ver a Luna asustarse ante mi respuesta tan apresurada -. Digo... No es necesario. Puedes quedarte. Además, tu presencia me hace fuerte y saber que tengo alguien a mi lado.

Luna sonríe un poco, se pone de pies, se acerca a mí y besa mi mejilla despacio. Siento mi cuerpo tomar fuerza y mi cara tomar color. Deseaba que tuviera más impulsos como este.

-Lu... Luna...- balbuceo, ella sonríe tímidamente.

Esto era un gran paso. Estábamos teniendo contacto físico y normalmente no pasaba hasta algunos meses de conocerse. Que ella tuviera el atrevimiento me llenaba de esperanza. Pensaba que sería yo quien hiciera este tipo de cosas, pero me había equivocado y por primera vez agradecía equivocarme. Sin duda alguna, no tenía como expresar los latidos de mi corazón. Sabía que estaba sonrojada, pero no sabía la magnitud y esperaba no estar avergonzándome sin saber.

-Siento que nos conocemos desde el año pasado, Liah- confiesa, Luna -. Con todas las cartas, puedo decir que te conozco bastante bien.

-Puedo decir lo mismo.

Concuerdo con una sonrisa tonta. Con ella me comportaba de una manera tan extraña, era tan vulnerable y susceptible a cualquier cosa que ella hiciera o dijera.

-Puedes decirme todo lo que quieras con confianza. No te dejaré. No lo hice antes, a distancia, no lo haré ahora que estamos a metros.

Sus palabras son alivio para mí. Sonrío asintiendo y agradeciendo en silencio por su confianza en mí. Me acerque a ella y tome su mano para besarla suavemente como la última adicción que había obtenido.

Sin embargo, me acuerdo del último detalle al ver el reloj detrás de ella. Era cerca de las una de la tarde y el almuerzo era servido a esta hora. Normalmente nadie se acercaba a avisarnos porque era costumbre, pero el tiempo se me había pasado por alto y nos estarían buscando. No deseaba alejarme de Luna y perder el ambiente en el que estábamos, pero ella podría tener hambre. Más momento como este vendrían y no los desaprovecharía por nada del mundo.

-El almuerzo debe estar servido.

Comento, ella me mira y asiente. Esperaba que no tomara esto como una manera de cortar todo, todo era porque ella podía tener hambre. La llevo hasta el comedor y en efecto, la comida estaba allí. No podía asegurar si desde hace mucho o desde hace poco, pero no pensé mucho en ello y aleje la silla para que se sentará a mi lado. Mi madre no comería y eso estaba más que claro, yo tampoco tenía apetito y no comería algo muy pesado. Lamentaba desperdiciar comida, pero no podía pensar en comer sin desaparecer la sensación de vómito. Preferí sentarme en mi puesto y la verla comer. Ella, al contrario, comio como supuse. Tenía hambre, pero no lo diría.

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