—Nos vemos, chicos. —Esmeralda siguió a Emma.

—A veces te pasas demasiado. —Gael miró a Gillou.

—Soy francés, tengo permitido esas cosas —lo empujó, notó que Gael puso los ojos en blanco, y le dio un abrazo de costado que el otro respondió mientras se metían a la casa.

Emma no frecuentaba la sección de lencería de las boutiques. No estaba segura si sus bragas de encajes encajaban como lencerías propiamente dichas, además, no era fácil mantener la llama de la pasión encendida en sus bragas cuando estas le duraban menos de tres meses sin desteñirse por tanta dulzura. Cielo azul él; él, solo él. Todavía recordaba esos primeros momentos llenos de pena para ella. Él siempre había actuado como si fuese completamente normal decirle a la chica, con la que llevaba saliendo cuatro meses, que sus bragas se desteñían por el dulce néctar entre sus piernas y no por el ácido del flujo vaginal. Solo él. En serio. Nadie más.

Así que era nueva en eso de los babydolls, las ligas y los bras con corazoncitos por donde sacar los pezones. Estaba eternamente agradecida por tener a Esme a su lado porque no hubiese podido hacer esa compra con otra persona. Pagó por un babydoll blanco y se compró nuevas bragas, se enamoró de un bra de encajes, pero solo quedaba un tamaño demasiado pequeño para su maldición. Basta, Emma. Había decidido comenzar a aceptar cada una de sus partes, pero la tarea se le complicaba cuando encontraba una prenda que en verdad le encantaba, pero que no le quedaba exactamente bien, gracias a sus tetitas. Solo él. En serio. Nadie más.

—Gracias. Vuelvan pronto —dijo la vendedora cuando le entregó las bolsas a Emma—. Y tú también, preciosura —le habló a Estela, porque sencillamente Estela era un suspiro de encanto para quien tuviera el placer de conocerla... o eso decía Emma.

—Gracias a ti. —Emma le sonrió a la chica, y levantó una patita de Estela como si esta se estuviese despidiendo también. La chica sonrió.

—Amiga, me muero por un latte. —Esmeralda caminó al lado de Emma por la acera, se pararon en medio para colocar a Estela dentro de su mochila.

Mmm, yo podría beber choco. Conozco una cafetería a la que podemos llegar caminando —se puso la mochila sobre sus hombros y comenzaron a caminar en sentido contrario a la boutique—. Te encantará su latte, bueno, a Carla le gusta mucho. A veces vamos. Carla pide latte, Gennie té, y aquí pedimos choco sin importar la estación del año —rio—. Ayer Selene me pidió una taza de café —se echó a reír—. Cole estaba como: «Una vez bebí demasiado café y la historia terminó mal».

—Quien conoce a Colin sabe de esa historia —rio.

—Lo sé —rio aún—. Lo mejor es que siempre encuentra el momento adecuado para contarlo. Es gracioso hasta que recuerdo que realmente la pasó mal; sufrió abstinencia, y todo eso, por la cafeína, y algunas veces extraña beber café.

—Si dejó el café puede dejar el cigarrillo, ¿no? —pensó positivamente.

—Bueno..., sí, pero no porque ambas cosas se parezcan —la miró mientras caminaban derecho a la cafetería—. Además, estuvo obligado a dejar la cafeína, no siente la misma presión hacia el cigarrillo. Pero sé que lo dejará. Cole es más fuerte que eso, te lo juro. Cole podría levantar un camión con solo pensarlo.

—Ahora Cole es un... ¿superhéroe? —Esmeralda no tenía problema con hablar sobre Colin por horas, era todo lo que a Emma le hacía feliz en ese momento, y la felicidad de Emma era prioridad en esos días.

Emma dio un brinquito emocionado como si no llevara a una gatita sagrada en su espalda.

—En mi imaginación, Colin es un superhéroe con poderes mentales —comenzó a contar, entrecerrando los ojos a la par que gesticulaba con sus manos, todo misteriosamente—; no solo descifrando códigos alfanuméricos, sino también levantando cosas pesadas, doblando varillas de hierro a través de su mente.

Las Cenizas De Emma© #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora