—Gen me recuerda a ti —dijo Esme, comiendo los panqueques bañados en choco.

—¿En serio? —Emma estaba comiendo sus tostadas con las manos, no le importaba ensuciarse con sirope, de hecho, su mano derecha ya estaba gomosa. Pensó en Gen, en cuanto la había abrazado antes de que se marchara, incluso lloró un poco cuando se despidieron a solas.

«—Te quiero tanto, mi Gennie, es que tú no sabes cuánto.

—Ay Emmy... —le había sonreído.»

Quería tomar a Gen del brazo y asegurarse de que nunca más caminara sola.

—Sí. Es callada como tú, la diferencia entre ambas es que tú solo eres callada hasta que entras en confianza —rio.

—Pues —sonrió—, Gennie habla mucho conmigo, pero sí, es callada normalmente.

—¿No tiene novio o sí?

—No, y no habla al respecto. No es un tema.

—Entiendo.

—Gennie es demasiado especial para mí.

—Lo sé —sonrió.

—A veces pienso en cómo sé que se debe sentir con la depresión y la ansiedad y quiero llorar —sus ojos se pusieron lacrimosos, se rompieron de dolor— porque la quiero tantísimo que me va a dar un ataque de algo si a ella le pasa algo. Es una persona hermosa que me motiva a ver más allá de la oscuridad. Es mi mejor amiga y no la hubiese conocido en otra circunstancia, así que valió la pena haber luchado, ¿cierto? —lloró y se secó las lágrimas con la mano que no estaba gomosa—. Valió la pena haber corrido por esa acera mientras todos me miraban como si supieran que estaba manchada para siempre.

—Emmy...—le acarició el antebrazo.

—Estoy tan feliz —se miraron—. Y nadie habla sobre lo complicado que es procesar felicidad y dolor al mismo tiempo —tomó una servilleta para limpiarse la gomosidad, luego, con otra servilleta, se secó las lágrimas que acababan de cesar.

Nada como un breve llanto para limpiar el alma.

—¿Jane está feliz por ti? Por tu boda.

Emma asintió.

—Quiere que le muestre las fotos —sonrió.

—Todos queremos verte de novia —le apretó una mano.

—Sí —dijo una voz detrás de ellas.

Emma sintió una patada en las vísceras cuando su sistema auditivo introdujo esa voz en su interior; sus conexiones nerviosas se encendieron en rojo pánico y mandaron tensar cada músculo.

Sus pesadillas tenían ubicaciones y nombres de calle, sus pesadillas tenían voces y rostros reales.

Esa mañana no podía despertar de un auténtico horror. El trauma le asaltó la mente y de pronto estaba hecha un robot de hojalata: se le enfrió hasta el corazón. Se bajó de la butaca alta sin despegar su mirada de él, de Bruno, de la última persona a quien había visto antes de tomar la maldita decisión de ir al apartamento del asesino de su inocencia. Tenía delante a la última boca que sus labios besaron cuando aún cargaba en su vientre a la mitad de él y la mitad de ella unidos en un ser perfecto.

En ese momento, Bruno se sintió abatido por tanta belleza. Tonto. Incluso conociéndola, asistió sin armadura que lo defendiera del destello de Emma. Pero ¿qué iba a saber él que ella lucía como una mujer y no como Emma? Había pensado que, en la última vez que se vieron, que había sido la primera y última vez que se besaron, ella le había terminado de enseñar su máximo. Tonto.

Las Cenizas De Emma© #3Where stories live. Discover now