Capítulo Veintinueve

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—¿Deva, puedes hablar un momento? —preguntó mi padre tras entrar en mi dormitorio

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—¿Deva, puedes hablar un momento? —preguntó mi padre tras entrar en mi dormitorio.

En él intuí cierta seriedad que solo presentaba cuando sucedían acontecimientos que lo requiriesen. Así que, con miedo, acepté. Cuando lo hice, mi madre también pasó hacia el interior, y fue entonces cuando dejé la pluma sobre el escritorio y me levanté de la silla, asustada porque ya sabía lo que me irían a comentar.

—Hola, cielo —dijo mi madre con un tono apaciguado, aunque se intuía en sus gestos cierto nerviosismo.

Un codazo en las costillas de mi padre, hizo que él comenzara:

—Ya sabes que hoy tuve que hacer la entrega final del dormitorio. —Se detuvo para mirar a mi madre. —Y bueno... tu antigua compañera me comentó algo que... la verdad, supongo que es un rumor absurdo como otros tantos, pero queríamos saber tu versión. Y es que...

El corazón se me iba a salir del pecho. Mi madre le miraba a él, evitando tener contacto visual conmigo y generando en mí más angustia aún (si aquello fuera posible).

—Dicen que estás saliendo con otra persona... ¿Es cierto? —Mi padre se subió las gafas con el meñique, y no porque estuviesen caídas.

—Alan, con otra persona no, dicen que esta... con una mujer —le costó decir aquello último.

Quise saltar por la ventana y salir corriendo campo a través. Habría querido ser quien les hiciera saber sobre la relación. Nunca pude haber imaginado que serían ellos quienes me preguntarían a mí, con tanto miedo en sus miradas.

Estuve en silencio un tiempo, sin saber qué responder, hasta que mi madre preguntó:

—Es mentira, ¿verdad?

—No —fue lo único que pude decir.

—No, ¿qué, Deva? —preguntó mi madre, sin querer creer lo que acababa de contestar.

—No es mentira.

Ambos se miraron ojipláticos, para después volver a clavar su atención en mí y lo que tuviese que seguir diciendo.

—Tengo novia. Sí, con "a". —La voz me seguía temblando y los latidos cada vez eran más fuertes.

—Pero... ¿Te gustan las mujeres? —curioseó mi padre.

—Me gusta Ofira.

Tras pronunciar su nombre, mi madre agarró con fuerza el brazo de mi padre. Aquello fue un toque de atención para que él se girara a mirarla. Tenía el rostro pálido y creía que en cualquier momento se desplomaría.

—A ver, un segundo cariño —me dijo mi padre antes de salir fuera de mi habitación con mi madre.

Me volví a sentar en la silla y comencé a agitar la pierna derecha mientras dañaba las cutículas de mis dedos hasta ver que comenzaban a brotar pequeñas gotas de sangre de las heridas. Los pensamientos me iban a mil revoluciones por segundo. ¿Volverían siquiera a hablarme?

Las letras de DevaWhere stories live. Discover now