Capítulo Diecisiete

328 43 28
                                    

Te pienso todo el tiempo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Te pienso todo el tiempo. Tanto que ahora hasta las fresas me recuerdan a ti. Y en consecuencia de esto, reflexiono sobre todo lo que he vivido estando a tu lado y, sin duda, lo que más se repite en mi mente es lo que sucedió ayer.

Estabas tan cerca que podía sentir cómo tu respiración chocaba contra mis labios, creando en mi interior un torbellino de sentimientos que sigo intentando comprender.

Y tras mucho pensarlo, y sin comprender aún el por qué, ahora sé que, si tu hermano no nos hubiese interrumpido, nuestros labios se habrían encontrado.

Podría haber sido la inercia lo que nos llevara a ello, pero cada vez lo veo de forma más nítida, porque es cerrar los ojos para intentar evitar el pensamiento, y aparecer junto a ti en mi imaginación besándonos.

Y no sé lo que pensar al respecto, porque se supone que las mujeres no deberían besarse, pero contigo, siento que quizás me podría dar igual tomar ese riesgo.

Me separé de la hoja, mirando lo que mi interior había escrito a través de mi mano, con esa pluma que temblaba al son de los dedos que la sujetaban.

Cerré la nota en todos los trozos que el grosor de la hoja me permitió y, tras dejarla caer al interior de la cesta, me tumbé en la manta mirando al cielo. Las hojas del sauce se movían sinuosas, como si estuvieran cuchicheando sobre lo que acababa de confesar en aquellos párrafos de letras temblorosas.

Las tripas me estaban recordando continuamente cómo me sentía: culpable por pensar así de una persona que no era mi prometido, y aún más, porque aquel alguien era Ofira. Una mujer. Y no cualquier mujer, sino mi costurera, la que llevaba meses confeccionando mi vestido de novia, aquel con el que se supone me vestiría en el día de mi boda con Silas.

Y era cierto que, aunque no quisiera casarme, la idea de decírselo me era demasiado dolorosa. Por todo lo que vivimos juntos y porque sabía que él, a comparación de lo que acababa de descubrir sobre mí, seguía enamorado. Rompí a llorar, rota por haberme cerciorado de que era él al quien no querría ver esperándome en el altar. Y además, por pensar que, quizás, ahora quien deseaba que estuviera allí arriba fuese ella.

Tras dejar que mis lágrimas fluyeran libremente por mis mejillas por la calma que me generaba estar en aquel lugar, me levanté y recogí todo lo que había sacado para pasar el principio de la mañana en el lago.

Me dirigí a mi casa para dejar la cesta con todas las fresas que había sido incapaz de comer, y para recoger las herramientas que me harían falta para finalizar el montaje de las rampas.

Al llegar a casa de Ofira, ella me estaba esperando fuera, con un pañuelo celeste recogiendo su cabello rizado y un vestido hecho de la misma tela. Me sorprendía imaginar cómo se podía hacer sus propios atuendos.

—Ya pensábamos que no ibas a venir —sonrió, viéndosele en el rostro que realmente no estaba molesta.

—Lo siento, se me hizo tarde haciendo...unos recados —La excusa de siempre, por la que nadie preguntaba.

Las letras de DevaWhere stories live. Discover now