Capítulo Veinte

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La noche anterior al cumpleaños de Ofira no pude lograr conciliar el sueño

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La noche anterior al cumpleaños de Ofira no pude lograr conciliar el sueño. Por más que lo intentase, en mi mente solo aparecía miedo en forma de dudas: "¿Le gustará el regalo?", "¿Y si ya ha leído el poemario?", "¿Se llevarán bien nuestras familias?", "¿Llegarán a juzgarles por su color de piel?". Todas esas preguntas se repetían continuamente y mi forma de enfrentarme a ellas era respondiéndome a mí misma, pero, aun así, no logré que ninguna me terminara de apaciguar.

La luz del sol del amanecer se coló por la ventana, indicándome que cada vez faltaba menos para la cena. Me levanté de la cama nerviosa, sin saber qué haría hasta que llegara la hora de empezar a arreglarme.

En un principio cogí el libro que estaba leyendo, pero era incapaz de concentrarme. También intenté finalizar la historia de Destrinna y Ofnessa, y aunque avancé con algunas frases, no pude continuar, porque había algo en finalizar novelas que me paralizaba, y más si estaba escribiendo sobre un personaje basado en ella.

Cuando por fin comprendí que no habría nada que me sosegara, decidí empezar a prepararme, con muchas horas de antelación.

Me di un baño con el gel con olor a flores que solo usaba cuando había una ocasión especial. Al terminar, enrollada en la toalla y con gotas de agua cayendo por mi espalda, me quedé mirando el interior del armario abierto, dudosa sobre el vestido que iría a llevar puesto para su cumpleaños. Probé con unos cuantos, pero ninguno me llegaba a convencer. Por todos los días que nos habíamos visto, Ofira ya había logrado verme con la mayoría de los vestidos que tenía. Solo no me había puesto dos en su presencia: el vestido color negro (por razones evidentes) y el que Silas me regaló aquel día en el que la conocí (porque me daba cierta vergüenza que me viera con él puesto). Saqué este último y lo dejé sobre la cama. Estuve mirándolo durante varios minutos, hasta que decidí probármelo. Era un vestido precioso. El color verde oliva de la tela brillaba ligeramente cuando incidía en ella la luz. Las mangas abullonadas se alejaban del diseño que tenían el resto de vestidos, haciéndolo aún más especial. Mirándome al espejo, imaginando la cara de ilusión que pondría Ofira al verme con él puesto, decidí que sería el que llevaría para la cena.

Después me senté en el tocador y me hice un recogido con varias trenzas que volví a decorar con flores frescas, pero esta vez, todas eran blancas. Cogí la barra de labios, marcando ligeramente mis mejillas y labios. Me ricé las pestañas con la cuchara que reservaba para ese fin, y me eché perfume en el cuello y en la parte interna de las muñecas. Luego me puse los pendientes de sol y el colgante que tenía a juego, que no solía ponerme porque veía al conjunto en su totalidad como demasiado formal. Antes de levantarme de aquel taburete de madera miré al anillo que descansaba sobre la superficie del tocador: mi anillo de compromiso. Dudé en si debía ponérmelo puesto que mis padres podrían preguntarme por él, sin embargo, me dejé guiar por lo que me dictaba mi corazón y dejé que reposara allí durante más tiempo.

Antes de salir de mi dormitorio cogí el libro envuelto y lo guardé en un bolso de mimbre que no solía usar, porque quería que fuese una sorpresa que darle en privado. Me invadía un inmenso bochorno de solo pensar en cómo los ojos de nuestras familias se clavarían en nuestra interacción.

Las letras de DevaOnde histórias criam vida. Descubra agora