Capítulo Ocho

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Estábamos sentados en la mesa mientras almorzábamos una sopa de cebolla que había preparado mi madre

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Estábamos sentados en la mesa mientras almorzábamos una sopa de cebolla que había preparado mi madre. Mi padre nos estaba contando sobre lo difícil que le estaba siendo encontrar madera de nogal para el dormitorio que estaba construyendo para una de mis antiguas compañeras de clase que se acababa de casar. Él creía que me ilusionaba saber de ella, porque no era consciente de que fue la principal causa por la que en el colegio no tuve amigos. Jamás supe lo que decía para ridiculizarme ante ellos, tan solo que cuando lo hacía, los demás se reían a carcajadas. Y llegué a normalizar tanto la situación que nunca se me pasó por la cabeza comentárselo a mis padres y por ello, incluso en mi adultez, seguían creyendo que éramos amigas.

Me resultaba extraño que hubiera decidido que fuese mi padre quien creara su nueva habitación, pero quizás era otra de las formas que tenía para hacerme saber que tenía control sobre mi vida. Ella era consciente de que mi familia subsistía gracias al trabajo de mi padre y, con su acomodado nivel social y económico, seguro que sentía cierto poder al otorgarle el proyecto a él, dejando una especie de pista de sus intenciones al solicitar la madera más difícil de conseguir en la comarca.

Mi madre, como siempre, se mostraba positiva ante el problema y le prometió que ella iría a ayudarle a partir del lunes.

—Gracias Lena.

Mi padre siempre se refería a ella con su nombre de pila, lo que ocasionó que, durante toda nuestra infancia tanto mi hermana como yo, la llamáramos de la misma forma. Siempre nos corregía con un «Lena no, mamá» y ambas nos echábamos a reír, acompañadas de una ligera mueca de mi padre que no podía hacerla demasiado evidente bajo la mirada amenazante de mi madre.


A Petra le costaba comerse la sopa porque odiaba las comidas calientes en primavera y verano, y siempre esperaba a que se quedaran congeladas para comenzar a comer.

—¿Aún no está lo suficientemente fría, señorita? —le comentó mi padre mezclando su lado disciplinado con el humor que le caracterizaba.

—Sigue saliendo humo, mira —Hizo una especie de pantalla con sus manos detrás de donde supuestamente debería aparecer aquel vapor.

Mis padres se miraron y no pudieron evitar echarse a reír.

—Bueno, como tú quieras, pero sabes que los fines de semana quien se levante último de la mesa es quien recoge —Mi hermana respondió alzando el bol y comenzando a cucharear con rapidez.

Esta vez yo también me uní a las carcajadas. Petra hacía siempre todo lo posible por escabullirse de sus responsabilidades, por algo tenía el cuarto hecho una pocilga. Mis padres se habían cansado de escuchar que «no estaba desordenado, sino ordenado de forma abstracta».

No sé cómo lo hizo, pero terminó de comerse la sopa casi a la par de los demás, entonces recogimos todos —evidentemente, sin contar a Petra que tan solo llevó a la cocina su bol vacío— y tras ello, salimos al patio.

Las letras de DevaWhere stories live. Discover now