Capítulo Veintisiete

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Mi vestido de novia seguía colocado en el maniquí, tras la tela que lo ocultaba en la esquina del dormitorio de Ofira

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Mi vestido de novia seguía colocado en el maniquí, tras la tela que lo ocultaba en la esquina del dormitorio de Ofira.

Estábamos tumbadas en la cama, con mi cabeza apoyada sobre su pecho. Su respiración me transmitía tanta calma que, de vez en cuando y sin darme cuenta, me quedaba dormida, y así había ocurrido aquella mañana.

—¿Deva? —escuché a lo lejos.

—¿Eh? ¿Sí? —balbuceé mientras combatía contra mis párpados que rehusaban a abrirse.

—¿Te has quedado dormida? —Su voz sonaba tierna.

Apoyé una de las manos en la cama para levantarme de donde había caído rendida, y la miré.

—Un poco...

Mostró una dulce sonrisa torcida antes de echarse a reír.

—¿Qué pasa? —pregunté algo indignada, ya que no solía tener muy buen despertar.

—Lo que tienes en la comisura de tu boca me dice lo contrario. ¿Seguro que te has quedado solo un poco dormida? —me preguntó resaltando las dos últimas palabras.

Mis mejillas se enrojecieron y comencé a limpiar la baba que me había dejado en evidencia frente a la que ahora era mi pareja.

—No te preocupes, estoy acostumbrada. Aunque, a decir verdad, nunca había sido tan bonito como verlo en ti. —dijo tranquila, acariciándome una mejilla.

Sonreí ante su gesto y acaricié su mano. Su afecto siempre provocaba un calor cómodo que se extendía por mi pecho.

Sin embargo, lo primero que dijo me hizo volver a recordar lo que hablamos unos días atrás, cuando me confesó que no solía dormir más de dos horas al día y que, desde hacía varios meses, comenzó a acostarse en la habitación de su madre, junto a ella. Por eso, estaba acostumbrada a ver cómo otras personas despertaban mientras ella permanecía alerta, con sus ojeras marcadas y la cama en su habitación intacta.

—Entonces no te has enterado de lo que te estaba preguntando, ¿verdad?

—No, lo siento. —Agarré su mano y fijé mi mirada en ella, para que supiera que ahora estaba atenta— ¿Qué me dijiste?

—Primero te comenté que no tenías porqué contestar. Es más, entiendo que no quieras hacerlo. Pero me preguntaba... —Dejó que un silencio provocara una molestia en mi estómago. Y por aquella misma ausencia de palabras asumí que también le habría costado hablarme de ello mientras dormía—¿Qué vas a hacer con el vestido?

Mi semblante cambió. No estaba preparada para enfrentarme a aquello, por lo que no respondí, y ella lo comprendió al instante.

—Está bien. Solo quería saber si te importaría que lo guarde en el armario hasta que te decidas. Es el único maniquí que tengo, y ayer me llegó una carta de una clienta...

Las letras de DevaWhere stories live. Discover now