Capítulo 28

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Abrí los ojos, el cuerpo me ardía, estaba tumbado en el bloque de metal. Los filamentos ya no me inmovilizaban los brazos y las piernas, pero un polvo oscuro había corroído algunas piezas del blindaje del traje de guerra y se había adherido a la piel.

—Es cosa tuya —mascullé, al notar cómo las partículas negras esparcidas por mi cuerpo me conectaban con La Devoradora de soles—. Esto forma parte de ti.

Giré la cabeza y vi a Ethearis rodeada por unas corpulentas bestias compuestas de ceniza. Tenían un tamaño diez veces mayor que el de los de los grandes lobos del glaciar y sus largos pelajes resplandecientes, colmillos torcidos y ojos de energía roja, les dotaban de un aspecto llamativo y temible.

Aunque quise levantarme para ayudar a Ethearis, solo conseguí mover un poco las manos antes de que una ráfaga de energía oscura envolviera el bloque de metal y me paralizara.

La negrura se impuso a mi alrededor, los rugidos de las bestias, los gritos de guerra de Ethearis y los golpes de la lanza se silenciaron. El bloque de metal se conectó con una alejada parte de la creación, una que permanecía en el límite de lo que existía y lo que nunca llegó a existir.

—El títere humano creía que no serías capaz de regresar —las palabras fueron pronunciadas con un tono grave que producía leves ecos—. Le permití que fantaseara con la idea de ocupar tu cuerpo, de hacerlo suyo cuando la unión de la fuerza de la ceniza y la de los filamentos de las realidades concluyera. Cuando tu carne se tornara el instrumento para romper las barreras que protegen a los soles primigenios. —El peso que me impedía moverme se desvaneció—. No ha sido un mal siervo. Lo reconozco. Y le otorgaré un lugar especial en la oscuridad infinita, pero solo tu consciencia es capaz de moldear el poder que se encierra en tu sangre.

Miré el polvo negro que había atravesado parte del guante y cubría la piel de la mano, vi algunos débiles destellos rojizos propagarse por él y comprendí a qué se refería con la unión de la fuerza de la ceniza y la de los filamentos de la realidad. Mi cuerpo y mi ser no solo estaban conectados con el fuego del árbol, también tenían un vínculo con la energía Gaónica.

—¿Cómo lo has hecho? —pregunté mientras me incorporaba, antes de fijar la mirada en los ojos rojizos de La Devoradora de soles, que tenía el aspecto de una mujer con un tono de piel grisáceo oscuro y los labios y cabellos negros—. ¿Cuándo envenenaste mi sangre con la energía Gaónica?

Sonrió y caminó hasta quedar a tan solo un metro y medio de mí. Las finas cadenas que le caían del cabello y le bordeaban la cara tintinaron un poco y sus prendas, compuestas por ligeras mallas, emitieron un tenue destello opaco.

—¿Creías que el caos desatado en las corrientes temporales no tenía consecuencias? —Me miró con menosprecio, como a un inútil incapaz de comprender la magnitud de su grandeza—. La marca que la shaesmi te hizo, la que te permitió enlazarte con la fuerza de los filamentos de la realidad, no solo te otorgó un gran poder, también te convirtió en el receptáculo idóneo para contener una gran porción de mi esencia.

Recordé mis encuentros con la energía Gaónica, en el pasado, en otras dimensiones y en el presente. Recordé la que provino del futuro encarnada en una versión de mí corrompida por su poder. No había parado de tener contacto con la esencia gaónica y, sin que me diera cuenta, en cada encuentro mi cuerpo, mi ser y mi sangre absorbieron porciones de la esencia oscura.

—Siempre fue tu plan... —dije para mí mismo, tras recordar la imagen que me mostró El Asesor de los soles primigenios: los soles que dieron calor al antiguo mundo de Ethearis—. Creaste un laberinto para que lo recorriera a ciegas en busca de su única salida. De la salida que me llevaría a contener la suficiente energía Gaónica para que mi cuerpo la pudiera fusionar con las llamas del árbol. —Centré la mirada en sus ojos rojos y sentí una mezcla de rabia e impotencia por no haberme dado cuenta de que había guiado cada uno de mis pasos—. Has jugado con todos nosotros sabiendo lo que iba a pasar. Has movido los hilos desde el principio.

Cuando muera el solWhere stories live. Discover now