Capítulo 15

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La luna llena resplandecía en el cielo despejado y compartía parte de su brillo con los ventanales de los edificios. Antes de que el sol cayera, como en cada una de las noches que llevaba en esa época, la gente corría a resguardarse en sus hogares. Había más de veinte años de diferencia entre mi presente y ese pasado, pero el terror funcionaba del mismo modo. Daba igual en qué ciudad y en qué continente estuvieras, el opresivo yugo de los jerarcas asfixiaba a los ciudadanos y los obligaba a suministrarles privilegios pagados con lágrimas y sudor. El mundo continuaba siendo el mundo.

No quería/quise llamar la atención, mantuve un perfil bajo desde que salí del edificio donde sufrí la derrota ante Theradag Noanle. Cambié un par de placas de Argenio, un inestable y preciado mineral, a un codicioso prestamista por suficientes denerios para costear las pensiones, la comida y algún que otro reemplazo para mi arsenal. Imité el acento de la ciudad sureña y adopté como propias muchas expresiones que en mi presente sonaban arcaicas. Me mimeticé con la época y sus habitantes mientras esperaba el día de cambiar el pasado y evitar el asesinato de mi madre.

Antes de irme a descansar, quise recorrer una última vez el callejón por el que accedería al apartamento de mis padres para enfrentarme a Theradag Noanle. La llovizna de la tarde aún se mantenía presente en forma de pequeños charcos. Los contenedores de basura estaban a rebosar y de algunas bolsas rajadas escapaba el mal olor de restos de comida echados a perder. Los focos del edificio de enfrente del de mis padres, que apuntaban hacia el asfalto incrustados en el muro de hormigón, apenas iluminaban uno de los accesos por tener la mayoría de luces fundidas.

Caminé en silencio mientras repasaba el plan, alcé la mirada sin detenerme y observé la pared por la que alcanzaría el apartamento. Con cada paso me sumergía más en lo que sucedería el día siguiente. Después de nuestro encuentro, Theradag Noanle había cubierto su rastro antes de desvanecerse. Sabía que seguía en la ciudad, seguro que cerca de aquí, pero en esa época no tenía ni contactos ni refugios ni sistemas de vigilancia. Ahí no disponía de los medios para encontrarla y la esperanza de que ella intentara terminar lo que empezó, de que me buscara para acabar conmigo, no pasó de ser más que un deseo frustrado.

Un chillido me sacó de la ensoñación en la que estrangulaba a Theradag Noanle y me llevó a dirigir la mirada hacia el otro extremo del callejón. A base de empujones, cuatro desgraciados habían obligado a una pareja a ir a la parte más oscura y los amenazaban con puñales y machetes. Apreté los dientes y los puños, el corazón bombeó con fuerza y la imagen de mis manos arrancando las columnas de esos cuatro se recreó con fuerza.

—Malditos... —mascullé.

Di unos pasos y me frené. Había mantenido un perfil bajo, no podía permitir que el plan fracasara, la vida de mi madre era demasiado importante. Me quedé inmóvil mientras uno de esos desgraciados dio una patada, hundió la suela en el estómago del chico y lo tiró al asfalto. La chica corrió a arrodillarse junto a él, pero otro de esos malnacidos la agarró de la melena y la apartó para que comenzara el aluvión de golpes contra su pareja.

—Mierda... —pronuncié entre dientes, elevé la mirada y ojeé el ventanal del apartamento de mis padres—. No puedo dejar que los mantén... —Negué con la cabeza, pensé en mi madre y le pedí perdón por si volvía a fallarle—. ¡Vosotros, gusanos, meteos con alguien que sepa defenderse! —bramé mientras caminaba a paso ligero—. ¡Vamos! ¡Venid! ¡Que tengo ganas de enrojecer los charcos con vuestra sangre y hacerme unas bufandas con vuestras tripas!

Rieron, apartaron a la chica con un golpe y noquearon al chico con una patada en la cabeza.

—Otro loco que no sabe dónde se mete —dijo el más corpulento, antes de desenfundar una pistola y apuntarme—. Hace tiempo que te tendrían que haber enseñado a no meterte en los asuntos de los demás.

Cuando muera el solWhere stories live. Discover now