Capítulo 8

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El túnel del alcantarillado, que conducía a una calle colindante al edificio donde se encontraba el loco, no tenía vigilancia. O estaban muy seguros de sí mismos o habían descuidado los accesos o deseaban que alguien les hiciera una visita. El loco del chubasquero parecía imprevisible, pero tenía un patrón. Aunque jugaba con aparentar ser errático, desde el principio camufló sus actos con un halo difuso y difícil de apreciar para esconder la precisión quirúrgica de cada uno de sus golpes.

Calibré los visores del casco para explorar más allá de los muros sucios y húmedos de las alcantarillas. No había rastro de trajeados ni en la calle ni en las plantas bajas del edificio. Mi intuición no solía fallar, nunca me había traicionado en los momentos difíciles y esa no iba a ser la primera vez.

—No voy a caer con tanta facilidad... —mascullé, tras sacar varios triángulos metálicos de un bolsillo del chaleco, lanzarlos y verlos burlar la gravedad—. Anula mis sistemas de visión todo lo que quieras que no frenarás la lluvia de fuego que arrojaré contra tus payasos y contra ti.

Me conecté a los dispositivos flotantes, desplegué nubes de gas ionizado alrededor de ellos y los dirigí a gran velocidad por el túnel; las explosiones de energía que desprendieron erosionaron los muros de las cloacas y evaporaron parte del agua sucia.

—Ahí estáis... —Cogí las barras extensibles y corrí detrás de los proyectiles triangulares cubiertos por plasma.

Algunos de los secuaces, ocultos bajo un manto de invisibilidad muy parecido al usado por Axelia, chillaron mientras perdían el camuflaje y las explosiones de energía los arrojaban varios metros por el aire.

—Sigue confiado —pronuncié entre dientes, al ver el chapoteo de pisadas en el agua.

Aunque el secuaz permanecía camuflado ante mis sistemas, presa de la rabia por la caída de los suyos, cometió el error de atacarme sin mantener oculta su posición. Corrí con la mirada fija en las pisadas, calculé su trayectoria y ataqué. Cogí impulso, salté hacia la pared cubierta de mugre, la pisé y me elevé aún más antes de caer y golpear la protección que le cubría la cabeza con la punta incandescente de una barra.

—No eres nada —solté con rabia al ver el miedo que proyectaba su ojo por la rotura del casco—. Dale recuerdos a los que he enviado al infierno y asegúrate de que sepan que esta noche mandaré a muchos más.

Hundí la punta de la barra en la rotura del casco y me complací al escuchar los gritos mientras el humo de la carne quemada surgía del blindaje roto. Varios chapoteos me revelaron que algunos secuaces habían evadido las cargas de energía y corrían hacia mí. Guardé las barras extensibles, me coloqué en el centro del túnel y bajé los brazos para que se confiaran.

—Volved a mí —ordené, cuando apenas unos pasos me separaban de esos sucios despojos.

Los triángulos cubiertos de plasma dieron la vuelta, silbaron al cruzar el aire y soltaron inmensas descargas de gas ionizado sobre los secuaces cuando estos estaban muy cerca de mí. Modulé el sistema de respiración para percibir el olor de la carne calcinada y me deleité con los gritos mientras esos desgraciados caían en los charcos de agua sucia y se revolcaban en la mierda. Los camuflajes les fallaron y partes de los trajes quedaron a la vista; algunas placas de metal se fundieron y la aleación en estado líquido quedó unida a los músculos, tendones y huesos.

Me permití elevar la cabeza y sentirme liberado; era solo el comienzo, pero ya saboreaba la venganza. Desenfundé la pistola, modifiqué la munición, activé las balas impregnadas con un veneno que convertía el cuerpo en una prisión de dolor y disparé a los que se retorcían por las quemaduras.

—Os esperan unas largas horas. —Enfundé el arma y pasé entre ellos—. Disfrutadlas.

Avancé rápido por el túnel, envié los proyectiles envueltos en gas ionizado a que abrasaran el aire delante de mí y atravesé nubes de humo naranja con los filtros del sistema de respiración operando a máximo rendimiento; los triángulos voladores estallaron a una decena de metros y una cortina de fuego rojo ocupó una parte del túnel. Si había más secuaces del loco al otro lado, tardarían en traspasar las llamas.

Cuando muera el solWhere stories live. Discover now