Capítulo 19

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La cabeza me dolía, era como si un taladro me hubiera perforado la sien. Solté un gemido mientras me incorporaba; los músculos estaban tan rígidos que sufrí pinchazos al moverlos, casi parecían haberse petrificado. El cuerpo me pesaba, me costó aclarar la visión y librarme del tenue pitido en el oído.

—Lo peor de la muerte es volver a la vida —dije en voz baja, después de mirar la pistola que estaba a un metro y medio de mí.

Esperé un poco, lo suficiente para acostumbrarme a estar de nuevo entre los vivos. Me levanté, cogí el arma y la enfundé. Las brasas del bidón ya casi se habían extinguido y el sol hacía mucho que proyectaba su luz sobre la ciudad. No sé las horas que estuve tirado en el apartamento derruido, pero fueron demasiadas.

Eché un último vistazo al lugar que elegí para volarme la cabeza, observé los muebles rotos, los agujeros en las paredes, las baldosas descoloridas del suelo y el techo agrietado. Era extraño, pero la visión del apartamento a la luz del día trajo la certeza de que nada borraría lo que se vivió en él, que los recuerdos de la familia que en un lejano pasado hizo vida allí seguirían intactos, que los momentos bonitos no desaparecerían, que perdurarían entrelazados a los hilos de la existencia y al árbol que la representaba.

Aunque el apartamento estaba destrozado al mismo tiempo seguía siendo nuevo, acogedor y contenía parte de la ilusión de quienes lo habitaron.

—Siempre hay esperanza... —pronuncié un pensamiento en voz alta.

La revelación de que había mucho más de lo que era capaz de ver me sirvió para apreciar el futuro que estaba en juego; daba igual lo roto que estuviera, si vencía habría millones de Bluquers disfrutando de una vida plena.

Caminé hacia la entrada y me detuve al pisar algo duro. Levanté un poco la bota y, sobre una baldosa descolorida, vi la bala que impactó contra mi sien. Me agaché, la cogí y me sorprendí al descubrir que estaba aplastada.

—¿Fue todo cosa tuya, Asesor? ¿No dejaste que muriera, me engañaste con una ilusión o de verdad me devolviste a la vida? —Miré hacia las baldosas donde estuve tirado y vi un poco de sangre seca—. No sé qué hiciste, pero espero que cumplas tu palabra. —Me toqué la sien y noté que la sensibilidad de la piel—. La próxima vez no intervengas.

Tiré la bala y anduve hacia la entrada del apartamento. Antes de abandonarlo, me paré un instante, apoyé la mano en el marco medio arrancado y carcomido, pensé una última vez en el camino que me condujo ahí y me prometí que no flaquearía hasta que obtuviéramos la victoria.

Bajé las escaleras que conducían fuera del bloque, sentí el calor del sol en mi cara e inspiré despacio. La cuenta atrás había empezado; ya no tendría más descansos, solo me esperaba la lucha, la victoria y el reposo eterno.

—Es hora... —dije, a punto de activar el comunicador.

El ruido de un vehículo llamó mi atención y detuvo el inicio de la llamada, giré la cabeza y observé el fango medio seco que cubría la calle y algunas entradas de los edificios casi derruidos. El ruido aumentó y no tardó en aparecer un camión que iba marcha atrás. En lo alto, estaba el modificado que tenía el torso cubierto por gruesas cadenas negras. Iba descalzo y el pantalón tejano que llevaba, oscuro y muy rajado, apenas ocultaba algo sus piernas; su delgadez se apreciaba tanto en su rostro como a través de los eslabones.

—Tú —mascullé.

El vehículo se detuvo, él se sentó en el borde de la zona de carga y golpeó para que se abriera la puerta trasera. Varios de los escuálidos casi imposibles de matar bajaron por la rampa que cayó y se hundió en el fango medio seco.

Cuando muera el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora