Capítulo 26

62 19 57
                                    

El último tramo del camino hacia el engranaje fue tranquilo. Una vez abandonamos el patio, nadie nos molestó mientras recorríamos los serpenteantes callejones que conducían a la gran avenida. Las patrullas de clones se desplazaron a otras zonas de la ciudad para reforzar las defensas y frenar la invasión de las tropas de Acmarán.

—Aquí estamos... —pronuncié en voz baja, tras detenerme a una veintena de metros de la construcción erigida para traer a la destructora de mi mundo.

Los enormes pilares de metal reluciente cubiertos por una fina capa de energía púrpura eran hipnóticos; el engranaje, aun siendo una inmensa edificación con la capacidad de desgarrar y consumir la realidad, poseía una oscura belleza.

—Antes de que se convirtieran en ceniza, ¿viste más engranajes en otros mundos? —le pregunté a Ethearis.

La mujer de piel azul observó el brillo marrón que desprendían los gruesos cables que sobresalían del hormigón que fortalecía los pilares del engranaje.

—En cada mundo es diferente —contestó y alzó la mirada hasta fijarla en la parte alta del engranaje —en la cubierta esférica de una aleación plateada— de la que sobresalían columnas de piedra negra que arrojaban centenares de rayos de energía concentrada hacia el cielo—. Depende de lo avanzada de su civilización, se usa un método u otro para convocar a La Devoradora de soles. El último que vi, hace varios shakars, obtenía su flujo energético de millares de habitantes de ese mundo. —Me miró de reojo—. Drenaron sus mentes, las secaron de emociones, recuerdos y pensamientos, y usaron sus cerebros para almacenar una parte de la consciencia de La Devoradora de soles. —Observó las columnas relucientes—. La ceniza los devoró por dentro y los gritos agónicos resonaron con fuerza. —Caminó hacia la entrada del engranaje—. La destrucción es diferente en cada universo. Tenemos que evitar descubrir qué tiene preparado para este.

Me quedé un instante imaginando el horror de los habitantes de ese planeta consumido, llegando a sentir cómo una consciencia oscura devoraba sus mentes y cómo la esencia corrompida por el vacío convertía sus cuerpos en ceniza.

Inspiré despacio, aparté con pesar el dolor que me producía el destino de esas gentes, me centré en el ahora, en la lucha que nos esperaba una vez nos adentráramos en la construcción, y seguí a Ethearis mientras escuchaba los rugidos atronadores que provenían del cielo. Las grietas del firmamento crecían más rápido, las garras de La Devorada de soles estaban preparadas para hundirse en mi mundo y despedazarlo, pero no se lo iba a permitir.

No me sorprendí cuando los grandes bloques de basalto que sellaban la entrada del engranaje se separaron y se arrastraron para dejarnos pasar. Lo que fuera que había planificado el loco conllevaba permitirme entrar.

Ethearis observó la capa de ceniza que surgió de la entrada.

—Si se llega a crear el vínculo, no podemos permitir que no salga nada —me dijo, sin apartar la mirada de las partículas rojizas que se desplazaron por la ceniza—. Tu amigo tiene que darse prisa. Si fallamos en contener a las criaturas del vacío, él y sus tropas deben asegurarse de frenarlas.

Pensé en Acmarán, me giré y vi las columnas de humo que se alzaban hacia el cielo dispersas en varios barrios.

—Nos dijo que contendría a lo que fuera que saliera del engranaje y lo cumplirá. —Dirigí la vista hacia la entrada—. Es uno de los pocos hombres en los que no dudaría en confiarle mi vida y la de quienes más me importan. —Me perdí un instante en recuerdos—. Mi padre y él eran como hermanos. Lucharon, ganaron y alguna vez perdieron juntos. Nunca se rindieron y derramaron sangre para cumplir sus promesas. —Miré a Ethearis a los ojos—. Hará lo que haga falta para que nada salga de ahí dentro.

Cuando muera el solWhere stories live. Discover now