Capítulo 25

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Me paré en una esquina, pegué la espalda a la pared y me asomé lo suficiente para ver cómo un grupo de mis clones patrullaba un callejón de la zona central.

—Desde que llegaste a la ciudad, no has hecho más que pisotearme —mascullé mientras me imaginaba al chalado de la máscara disfrutando de mi sufrimiento—. Me derrotaste, me humillaste y usaste mi ADN para crear un ejército. Vomitaste en mi cadáver cuando aún estaba caliente, pero pronto pagarás por todo lo que me has hecho. —Observé lo coordinados que se movían los clones y apreté los dientes—. Ni siquiera tu trato con La Devoradora de soles te librará de que me recree, de que retuerza tus entrañas y llene de dolor cada parte de tu ser.

Ethearis se acercó, me tocó el hombro y consiguió que apartara al loco de mis pensamientos. Me giré, señaló una callejuela, movió la cabeza para indicarme que fuéramos hacia ella y apuntó con la mano hacia una azotea.

—Están intensificando la búsqueda —me dijo mientras cruzábamos la calle con rapidez, tras mostrarme que había guarniciones desplegadas en lo alto de los edificios—. Saben que estamos cerca y no nos dejarán entrar sin luchar.

Asentí, la seguí y me adentré en la callejuela detrás de ella.

—Ha desplegado muchas patrullas de clones. No creí que tuviera tantas. —Eché un vistazo rápido a la callejuela: había containeres oxidados, algo de basura por la acera y unas cuantas ratas escondiéndose en las rejillas de desagüe del alcantarillado—. Si combatimos, nada más que den la alerta, enviarán a las tropas desplegadas en el sector. —Inspiré despacio, pensé en nuestras opciones y la miré a los ojos—. El ataque a los generadores secundarios se ha retrasado, pero aún tenemos margen. Lo mejor es esperar.

Ethearis extendió la mano y una película de energía azul la recubrió.

—El tiempo se agota... —aseguró mientras observaba la palma relucir—. La ceniza oscura, el vínculo que la atrae a este universo, se está intensificando. La Devoradora de soles aún es una sombra en este plano de realidad, una sombra poderosa, pero con una fracción de su poder. Eso cambiará en cuanto la brecha que le permita avanzar por los universos consumidos sea lo suficiente grande.

Miré su rostro cargado de preocupación y sentí cierta impotencia. Estábamos en una ratonera, libres por el momento, pero incapaces de movernos sin que las trampas se activaran. El loco había planeado muy bien la defensa del engranaje.

—¿Cuánto crees que nos queda? —le pregunté, tras mirar la calle que acabamos de cruzar y activar un filtro del visor para comprobar cuántos clones había en los edificios cercanos.

Ethearis se puso a mi lado y permaneció en silencio unos segundos.

—Hasta que empiece a oscurecer. —Elevó la cabeza y observó las nubes que ocultaban el sol—. La brecha quiere crecer, pero tu estrella la contiene. En cuanto esta parte de tu mundo apunte hacia la negrura del vacío, La Devoradora será imparable.

Desactivé el filtro tras contar cerca de cuarenta clones y miré a Ethearis a los ojos.

—Apenas tenemos poco más de una hora... —pronuncié un pensamiento en voz baja mientras me planteaba combatir contra las patrullas—. El bombardeo es nuestra mejor baza para llegar al engranaje, pero quizá vamos a tener que emplear una estrategia más agresiva. —Bajé las manos hasta acariciar las barras extensibles—. A lo mejor no tenemos más opción que abrirnos paso reventando unos cuantos cráneos.

Ethearis asintió.

—Será glorioso quebrar los huesos de esas burdas copias —sentenció, después de crear la lanza de energía.

Bajé un poco la mirada y observé el arma centellear.

—A base de golpes —dije para mí mismo y me giré para ver la calle que habíamos cruzado—. Destrozándolos.

Cuando muera el solWhere stories live. Discover now