103, the seven harrys

Start from the beginning
                                    

—¡Si creen que voy a permitir que seis personas se jueguen la vida…!

—Como si fuera la primera vez que lo hacemos —terció Ron.

—¡Esto es diferente! ¡Hacerse pasar por mí, vaya idea!

—Mira, a nadie le hace mucha gracia, Harry —dijo Fred con seriedad—. Imagínate que algo sale mal y nos quedamos convertidos en unos imbéciles canijos y con gafitas para toda la vida.

—A mi me gustaría ver varios Harry a mi alrededor —Aries sonrió coqueta, mirando a Harry—. Es más, la otra noche soñé que...

Ron le tapó la boca para que no se exponga frente a todos, que reían de las ocurrencias de la pelinegra.

Harry no sonrió y razonó:

—No pueden hacerlo si yo no coopero. Necesitan pelo de mi cabeza.

—¡Vaya! Eso echa por tierra nuestro plan —intervino George—. Es evidente que no hay ninguna posibilidad de que entre todos te arranquemos unos cuantos pelos.

—Sí, claro, trece contra uno que ni siquiera puede emplear la magia. Lo tenemos muy mal, ¿eh? —añadió Fred.

—Muy gracioso —le espetó Harry—. Me parto de risa.

—Si hemos de hacerlo por la fuerza, lo haremos —gruñó Sirius—. Todos los que estamos aquí somos mayores de edad, Harry, y estamos dispuestos a correr el riesgo.

Mundungus se encogió de hombros e hizo una mueca; el ojo mágico de Moody se desvió hacia un lado para observarlo.

—Será mejor que no sigamos discutiendo. El tiempo pasa. Arráncate ahora mismo unos pelos, muchacho.

—Esto es una locura. No hay ninguna necesidad de…

—¿Que no hay ninguna necesidad? —gruñó Moody—. ¿Con Quien-tú-sabes campando a sus anchas y con medio ministerio en su bando? Con suerte, Potter, se habrá tragado el cuento y se estará preparando para tenderte una emboscada el día treinta, pero sería estúpido si no ha enviado un par de mortífagos a vigilarte: eso es lo que haría yo. Quizá no consigan atraparte ni entrar aquí mientras funcione el encantamiento de tu madre, pero está a punto de romperse, y ellos conocen más o menos la ubicación de la casa. Lo único que podemos hacer es usar señuelos. Ni siquiera Quien-tú-sabes puede dividirse en siete.

Harry echó un rápido vistazo a Hermione y desvió la mirada.

—Así que… los pelos, Potter, por favor.

Entonces el muchacho miró a Ron, que le sonrió como diciéndole: «Va, dáselos, hombre.»

—¡Ahora mismo! —ordenó Moody.

Con todas las miradas fijas en él, Harry se llevó una mano a la cabeza y se arrancó varios pelos.

—Muy bien —dijo Moody y, cojeando, se acercó y quitó el tapón del frasco—. Mételos aquí.

Harry lo hizo. En cuanto entraron en contacto con aquella poción semejante al barro, ésta produjo espuma y humo, y de repente se tornó de un color dorado, limpio y brillante.

—¿Y qué se supone que haga con estos? —preguntó Aries, sacando algunos pelos de su bolsillo.

—¿Cuándo...? —cuestionó Harry, confundido.

—Cuando nos abrazamos —contestó la chica, alzando las cejas.

—¡Oh! Estás mucho más apetitoso que Crabbe y Goyle, Harry —observó Hermione y Ron y Aries arquearon las cejas; entonces ella se sonrojó ligeramente y añadió—: Bueno, ya saben a qué me refiero; la poción de Goyle parecía de mocos.

SOULMATES ━Harry J. PotterWhere stories live. Discover now