103, the seven harrys

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»Segundo problema: eres menor de edad, y eso significa que todavía tienes activado el Detector.

—¿El Detector? No…

—¡El Detector, el Detector! —repitió Ojoloco, impaciente—. El encantamiento que percibe las actividades mágicas realizadas en torno a los menores de diecisiete años, y que el ministerio emplea para descubrir las infracciones del Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad. Si alguno de nosotros hiciera un hechizo para sacarte de aquí, Thicknesse lo sabría, y también los mortífagos.

»Pero no podemos esperar a que se desactive el Detector, porque en cuanto cumplas los años perderás toda la protección que te proporcionó tu madre. Resumiendo: Pius Thicknesse cree que te tiene totalmente acorralado. Harry, a su pesar, estaba de acuerdo con lo que creía ese tal Thicknesse.

—¿Y qué vamos a hacer?

—Utilizaremos los únicos medios de transporte que nos quedan, los únicos que el Detector no puede descubrir, porque no necesitamos hacer ningún hechizo para utilizarlos: escobas, thestrals y la motocicleta de Black, que está usando Hagrid.

Aries hizo una mueca ante la mención de su vehículo. Había sido una tortura entregarle su preciada motocicleta a Hagrid antes de viajar, pero sabía que era para algo bueno.

—Veamos. El encantamiento de tu madre sólo puede romperse si se dan dos circunstancias: que alcances la mayoría de edad, o… —Moody abarcó con un gesto del brazo toda la inmaculada cocina— que ya no llames hogar a esta casa. Tus tíos y tú van a tomar distintos caminos esta noche, conscientes de que nunca volverán a vivir juntos, ¿correcto? —Harry asintió—. De modo que esta vez, cuando te marches, ya no podrás regresar, y el encantamiento se romperá apenas salgas de su radio de alcance. Así pues, hemos decidido...

Aries dejó de escuchar a Moody una vez que salió de la habitación. Pasó junto a las escaleras, con la intención de subir a ver la habitación de Harry, pero algo llamó su atención. Era un soldado de juguete tirado en el suelo, asomando desde dentro de la alacena debajo de la escalera. Aries se agachó para tomarlo y observó la pequeña puerta entreabierta. Pudo ver que había otras cosas allí, gracias a la luz de la cocina.

Abrió la puerta, interesada. Metió su mano y encontró lo que buscaba, tiró de la piola y un foco se prendió, iluminando el pequeño lugar. Había zapatos y paraguas amontonados encima de lo que parecía una cama. Estantes a los costados, repletos de frascos y pocos juguetes. Aries frunció el ceño, sin entender porqué tenían todo eso allí dentro. Entonces un papel hizo que su cuerpo completo se erizara. Aries lo tomó y lo alisó un poco. Era un dibujo viejo, de color negro. Parecía hecho por un niño pequeño, algo apurado. Había tres personas en él: una mujer, un hombre y un niño. Los tres con grandes sonrisas, tomados de la mano. Una parte del sol en la punta izquierda de la hoja, con rostro sonriente. También había un gran animal junto a ellos, parecía un perro, aunque Aries no estaba segura. Arriba de las cabezas había nombres. Aries sonrió al ver la letra improlija del dibujo que seguramente era de Harry, pero esta se borró al leer los nombres y darse cuenta de lo borrosas y corridas que estaban las líneas que el pequeño Harry había dibujado. Parecía que el dibujo había sido mojado, pero Aries de inmediato averiguó que en realidad eran lágrimas las culpables de arruinar el dibujo.

Aries apagó el foco y dobló el dibujo para luego guardarlo en su bolsillo. Cerró la puerta de la alacena y volvió a la cocina justo a tiempo para escuchar a Harry negarse.

—¡No! —gritó, y su voz resonó en la cocina—. ¡Ni hablar!

—Ya les advertí que te lo tomarías así —intervino Hermione con un deje de autocomplacencia.

SOULMATES ━Harry J. PotterWhere stories live. Discover now